Hace unos meses pensaba que el Coronavirus nunca llegaría a Madrid, que se quedaría en China… cuando llegó a Italia, la cosa fue cambiando… ya ni decir cuando llegó a España, todo reventó en cuestión de días sin poder tener tiempo ni de reaccionar. El 9 de marzo se decretó el cierre de colegios y universidades, yo seguía trabajando en mi labor comercial como si nada pasara; muchos que pensaban como yo, que esto no sería grave, se lo tomaron como un motivo para ir de Vacaciones y se fueron a la playa para aprovechar el buen tiempo de aquellos días. El martes 10 de marzo el virus ya era incontrolable, ese día le dijeron a mi marido que dividirían la plantilla de su empresa en dos: unos irían un día a trabajar y los otros al siguiente día… pero al final del día la condición cambió: todos trabajarían desde casa sin excepción a partir del 11 de marzo (la mayoría de las empresas adoptaron esta medida, las que no lo hicieron en esa fecha lo tuvieron que hacer después). Mientras tanto yo seguía en mi labor de buscar clientes caminándome las calles de Madrid… aunque ya empezaba a tener mucha incertidumbre y miedo. Ese fin de semana, el sábado, teníamos programada una cata de cerveza con unos amigos desde hacía un mes, sería la despedida antes de empezar “la cuarentena”; pero pasó como iba pasando con todo, los planes tuvieron que cambiar. El jueves 12 de marzo el problema ya era muy grave… con mi marido decidimos encerrarnos y adelantarnos a lo que pudiera pasar (ya era un hecho que decretarían el encierro obligatorio para todos), para ello tuvimos que tomar medidas inmediatas: la primera fue cancelar nuestra tan anhelada cata cervecera (aunque al final no la hubiéramos podido hacer, por el cierre de los bares y los restaurantes que se decretó al día siguiente); la segunda fue organizar todo para confinarnos totalmente, comprando la comida necesaria para por lo menos 15 días y despidiéndonos de nuestros familiares cercanos sin tener ningún tipo de contacto físico con ellos (esto lo hicimos al día siguiente); la tercera, la más complicada para mí, fue que debía dejara de trabajar… no podía seguir exponiéndome sin sentido a contraer el virus estando en contacto con todo tipo de personas (igual lo hubiera tenido que dejar por las restricciones impuestas más adelante por el Gobierno). Aquellos que se fueron a pasar “vacaciones” a la playa tuvieron que regresar de urgencia a sus casas, pues se temía que cerraran Madrid y otras comunidades, como habían cerrado ya la comunidad de Cataluña. El 14 de Marzo decretaron el Estado de Alarma, con el cierre de las ciudades, los bares, los restaurantes, entre otros negocios que no fueran de primera necesidad… lo que traducía en que todos debíamos quedarnos en casa sin salir a ningún lado, ni siquiera a las zonas comunes de los conjuntos residenciales, a excepción de casos muy puntuales con un salvo conducto. De esta forma todos tuvimos que hacer un alto en nuestras rutinas… tuvimos que cancelar planes, viajes, posponer metas laborales, suspender bodas y mil cosas más. La vida quedó detenida en un minuto… o eso me pareció por un momento, porque al final nos dimos cuenta que la vida no para y tuvimos que seguir pese a las circunstancias; adaptándonos al encierro, mezclando nuestras vidas laborales con las familiares, creando actividades que antes nos parecían absurdas para mantenernos entretenidos y no enloquecer.
Desde entonces hasta hoy seguimos sin tener clara cual será la fecha en que podremos volver a salir. Ya llevamos 42 días de cuarentena y el estar encerrados se ha vuelto normal, hace parte de nuestra cotidianidad. Los que aun tienen trabajado, trabajan desde casa; los que no, buscan actividades para pasar el tiempo; los que trabajamos por nuestra cuenta, intentamos mantener a flote nuestros negocios buscando nuevas estrategias en el baúl de nuestra imaginación. Pero eso no puede ser todo, llega una hora del día en que siempre nos preguntamos ¿y ahora qué puedo hacer? Así, surgen entones las mil y una formas para no aburrirnos en cuarentena. Un amigo, adicto al deporte, corre de un lado a otro por el pasillo de su piso durante 30 minutos, dice que logra recorrer hasta 5 kilometros pero que inevitablemente pierde velocidad cada vez que le toca devolverse (causa un poco de risa, ¿cuando nos imaginamos que íbamos correr por un pasillo repetidas veces y lo veríamos como algo normal?). Una gran amiga ya se ha leído 8 libros, yo decidí limpiar y ya casi termino con todos los armarios y gabinetes de mi casa (cuando termine me tocará volver a empezar para no perder la rutina). Ayer me enteré que una compañera de trabajo está diseñando tapabocas para las mujeres que deseen mantener su estilo durante la pandemia, me contaba que usaría telas de animal print, tachuelas, brillantes, entre otros (me gustaría imaginar como sería el tapabocas para un motero). Cada cual utiliza su tiempo libre como le apetece para evitar enloquecer… eso sí… a las 8 de la tarde, todos los días, salimos a nuestros balcones y ventanas para aplaudir a los cuerpos de salud que se juegan la vida en los hospitales, también aplaudimos por aquellos que deben seguir en sus puestos de trabajo por ser indispensables. Aunque yo no salgo todos los días, cada vez que salgo encuentro una nueva dinámica entre los vecinos: la última vez que salí vi a un vecino con pasamontañas, gafas oscuras, bailando como si fuera el dj de una discoteca, acompañado de unos pequeños parlantes con música a los que le pone un megáfono de niños para que se oigan mejor… mientras su pareja hondea la bandera de España saludándonos a todos como si fuéramos los mejores amigos (cual si fuera la animadora de un crucero vacacional); hay otro que en el fondo, y luego de 5 minutos aplaudiendo, siempre grita “Nos vemos mañana”… (es divertido ver a los vecinos en esta dinámica, antes ni siquiera sabía quien vivía en la ventana de al lado). A pesar de esto, debo decir que yo vivo en un conjunto bastante aburrido, en otros conjuntos residenciales juegan bingo de balcón a balcón, hacen entrenamiento personal todas las mañanas; en otro barrio hay un niño que sale a cantar a determinada hora del día: “hola don pepito, hola don José”, lo divertido es que los vecinos le responden “¿Pasó usted por su casa?” y así continúan la canción entre el niño y los vecinos… alucinante… todos nos relacionamos desde las ventanas y los balcones, esto se ha vuelto parte de nuestra cotidianidad. Otros que son cantantes dan conciertos desde sus balcones; los que bailan, bailan para todo el barrio (y yo me pregunto… ¿Por qué no me habrá tocado ser vecina de los hombres G para oír un conciertico?)
Usamos el tiempo para ayudarnos, para acompañarnos, para descubrir nuevas versiones de nosotros (como la animadora del frente de mi ventana que seguro podrá buscar trabajo cuando esto termine en una cadena de cruceros), para limpiar los rincones de nuestras casas, para buscar nuevos espacios como el pasillo para correr, para recuperar nuestros hobbies. Así nos tuvimos que reinventar, pues la vida sigue para quienes seguimos vivos, a pesar de la cuarentena.