Introducción

Siempre he querido tener un espacio en el que pueda publicar mis escritos para aquellos que los quieran leer, no sigo reglas y simplemente dejo a mi imaginación que escriba lo que quiera decir. Escribo de todo, de la vida, bitácoras de viajes, lo que me preocupa y mil cosas más. Bienvenidos a todos aquellos que quieran conocer mi mundo!

viernes, 24 de abril de 2020

CRÓNICA DE UNA CUARENTENA

Hace unos meses pensaba que el Coronavirus nunca llegaría a Madrid, que se quedaría en China… cuando llegó a Italia, la cosa fue cambiando… ya ni decir cuando llegó a España, todo reventó en cuestión de días sin poder tener tiempo ni de reaccionar. El 9 de marzo se decretó el cierre de colegios y universidades, yo seguía trabajando en mi labor comercial como si nada pasara; muchos que pensaban como yo, que esto no sería grave, se lo tomaron como un motivo para ir de Vacaciones y se fueron a la playa para aprovechar el buen tiempo de aquellos días. El martes 10 de marzo el virus ya era incontrolable, ese día le dijeron a mi marido que dividirían la plantilla de su empresa en dos: unos irían un día a trabajar y los otros al siguiente día… pero al final del día la condición cambió: todos trabajarían desde casa sin excepción a partir del 11 de marzo (la mayoría de las empresas adoptaron esta medida, las que no lo hicieron en esa fecha lo tuvieron que hacer después). Mientras tanto yo seguía en mi labor de buscar clientes caminándome las calles de Madrid… aunque ya empezaba a tener mucha incertidumbre y miedo. Ese fin de semana, el sábado, teníamos programada una cata de cerveza con unos amigos desde hacía un mes, sería la despedida antes de empezar “la cuarentena”; pero pasó como iba pasando con todo, los planes tuvieron que cambiar. El jueves 12 de marzo el problema ya era muy grave… con mi marido decidimos encerrarnos y adelantarnos a lo que pudiera pasar (ya era un hecho que decretarían el encierro obligatorio para todos), para ello tuvimos que tomar medidas inmediatas: la primera fue cancelar nuestra tan anhelada cata cervecera (aunque al final no la hubiéramos podido hacer, por el cierre de los bares y los restaurantes que se decretó al día siguiente); la segunda fue organizar todo para confinarnos totalmente, comprando la comida necesaria para por lo menos 15 días y despidiéndonos de nuestros familiares cercanos sin tener ningún tipo de contacto físico con ellos (esto lo hicimos al día siguiente); la tercera, la más complicada para mí, fue que debía dejara de trabajar… no podía seguir exponiéndome sin sentido a contraer el virus estando en contacto con todo tipo de personas (igual lo hubiera tenido que dejar por las restricciones impuestas más adelante por el Gobierno). Aquellos que se fueron a pasar “vacaciones” a la playa tuvieron que regresar de urgencia a sus casas, pues se temía que cerraran Madrid y otras comunidades, como habían cerrado ya la comunidad de Cataluña. El 14 de Marzo decretaron el Estado de Alarma, con el cierre de las ciudades, los bares, los restaurantes, entre otros negocios que no fueran de primera necesidad… lo que traducía en que todos debíamos quedarnos en casa sin salir a ningún lado, ni siquiera a las zonas comunes de los conjuntos residenciales, a excepción de casos muy puntuales con un salvo conducto. De esta forma todos tuvimos que hacer un alto en nuestras rutinas… tuvimos que cancelar planes, viajes, posponer metas laborales, suspender bodas y mil cosas más. La vida quedó detenida en un minuto… o eso me pareció por un momento, porque al final nos dimos cuenta que la vida no para y tuvimos que seguir pese a las circunstancias; adaptándonos al encierro, mezclando nuestras vidas laborales con las familiares, creando actividades que antes nos parecían absurdas para mantenernos entretenidos y no enloquecer.

Desde entonces hasta hoy seguimos sin tener clara cual será la fecha en que podremos volver a salir.  Ya llevamos 42 días de cuarentena y el estar encerrados se ha vuelto normal, hace parte de nuestra cotidianidad. Los que aun tienen trabajado, trabajan desde casa; los que no, buscan actividades para pasar el tiempo; los que trabajamos por nuestra cuenta, intentamos mantener a flote nuestros negocios buscando nuevas estrategias en el baúl de nuestra imaginación. Pero eso no puede ser todo, llega una hora del día en que siempre nos preguntamos ¿y ahora qué puedo hacer? Así, surgen entones las mil y una formas para no aburrirnos en cuarentena. Un amigo, adicto al deporte, corre de un lado a otro por el pasillo de su piso durante 30 minutos, dice que logra recorrer hasta 5 kilometros pero que inevitablemente pierde velocidad cada vez que le toca devolverse (causa un poco de risa, ¿cuando nos imaginamos que íbamos correr por un pasillo repetidas veces y lo veríamos como algo normal?). Una gran  amiga ya se ha leído 8 libros, yo decidí limpiar y ya casi termino con todos los armarios y gabinetes de mi casa (cuando termine me tocará volver a empezar para no perder la rutina). Ayer me enteré que una compañera de trabajo está diseñando tapabocas para las mujeres que deseen mantener su estilo durante la pandemia, me contaba que usaría telas de animal print, tachuelas, brillantes, entre otros (me gustaría imaginar como sería el tapabocas para un motero). Cada cual utiliza su tiempo libre como le apetece para evitar enloquecer… eso sí… a las 8 de la tarde, todos los días, salimos a nuestros balcones y ventanas para aplaudir a los cuerpos de salud que se juegan la vida en los hospitales, también aplaudimos por aquellos que deben seguir en sus puestos de trabajo por ser indispensables. Aunque yo no salgo todos los días, cada vez que salgo encuentro una nueva dinámica entre los vecinos: la última vez que salí vi a un vecino con pasamontañas, gafas oscuras, bailando como si fuera el dj de una discoteca, acompañado de unos pequeños parlantes con música a los que le pone un megáfono de niños para que se oigan mejor… mientras su pareja hondea la bandera de España saludándonos a todos como si fuéramos los mejores amigos (cual si fuera la animadora de un crucero vacacional); hay otro que en el fondo, y luego de 5 minutos aplaudiendo, siempre grita “Nos vemos mañana”… (es divertido ver a los vecinos en esta dinámica, antes ni siquiera sabía quien vivía en la ventana de al lado). A pesar de esto, debo decir que yo vivo en un conjunto bastante aburrido, en otros conjuntos residenciales juegan bingo de balcón a balcón, hacen entrenamiento personal todas las mañanas; en otro barrio hay un niño que sale a cantar a determinada hora del día: “hola don pepito, hola don José”, lo divertido es que los vecinos le responden “¿Pasó usted por su casa?” y así continúan la canción entre el niño y los vecinos… alucinante… todos nos relacionamos desde las ventanas y los balcones, esto se ha vuelto parte de nuestra cotidianidad. Otros que son cantantes dan conciertos desde sus balcones; los que bailan, bailan para todo el barrio (y yo me pregunto… ¿Por qué no me habrá tocado ser vecina de los hombres G para oír un conciertico?)

Usamos el tiempo para ayudarnos, para acompañarnos, para descubrir nuevas versiones de nosotros (como la animadora del frente de mi ventana que seguro podrá buscar trabajo cuando esto termine en una cadena de cruceros), para limpiar los rincones de nuestras casas, para buscar nuevos espacios como el pasillo para correr,  para recuperar nuestros hobbies. Así nos tuvimos que reinventar, pues la vida sigue para quienes seguimos vivos, a pesar de la cuarentena.

jueves, 2 de abril de 2020

¿Y TÚ... CUANTOS DÍAS DE CUARENTENA LLEVAS?

Este parece hoy el idioma universal… En todos los países, todos estamos en nuestras casas contemplando la vida pasar desde nuestras ventanas; como si fuera una película apocalíptica, cómo si todos fuéramos presos, cómo criminales pagando por nuestras culpas. En epidemias de otros tiempos eran castigos de Dios, enfermedades traídas por soldados lejanos y otros más; quizás hoy somos los culpables y pagamos por delitos cometidos al planeta como dicen los miles de memes que apareen en las redes sociales: aquellos que catalogan a los humanos cómo el virus que destruye y por fin está en jaulas, dejando respirar al planeta. Seguro tienen razón, pero desafortunadamente yo hago parte de esta especie que hoy llora y ve morir a sus familiares en frente de sus ojos sin poder decir adiós; veo mi ciudad que amo desde mi ventana llena de soledad en sus calles y sin el espíritu festivo que la caracteriza; como tantos otros me quedé sin poder trabajar porque para cuidar a nuestros viejos necesitamos darnos un respiro y quedarnos en casa para poder salvarlos. Soy el virus que lloro y estoy desesperanzada como muchas otras personas más.

Hoy quiero hablar de mi ciudad, de la aventura que inicié en ella hace más de 4 años y de lo que veo hoy por mi ventana. Vivo en Madrid… dejé mi vida en Colombia, mi familia, mis amigos y vine a aventurarme en esta hermosa ciudad de 7 puertas abiertas para todos. En ella cambié de profesión, conocí a mi pareja (que además de enamorarme con su encanto peculiar de chulo madrileño), me enseñó sus calles estrechas, sus bares, sus monumentos y sus costumbres. Aun recuerdo la primera vez que me fui de fiesta, era el mes de octubre y todavía hacía buen tiempo; me encantaba ver las terrazas llenas de gente, la alegría, los bares a reventar y siempre un motivo para juntarse y tomar una caña o un vino. Esa es Madrid… o era Madrid… una ciudad llena de cultura, de diversión, de historia, de vida, de alegría y de bares… Hoy… una ciudad fantasma la cual por primera vez cerró sus puertas monumentales, sus bares y la gente se encerró en sus casas sin poder brindar; La Plaza mayor, La Cava de San Miguel sin un turista ni un madrileño tomando un vino; La Puerta de Alcalá majestuosa contemplando su soledad. La misma historia se cuenta en París que cerró sus puertas a los amantes, Venecia que aparcó las góndolas, New York que al final si tuvo que dormir, Bogotá sin trancones, Disney que apagó su magia, hoy ningún camino conduce a Roma, y otras más que diariamente vemos en internet… pero nadie ha dicho que Madrid cerró sus bares y cerró sus 7 puertas.     

A diario me levanto, miro por la ventana a la calle vacía y sigo mi rutina para no enloquecer. Pero no puedo evitar que mil preguntas me retumben en mi cabeza: ¿tendremos trabajo cuando esto termine?, ¿quienes quedaremos al final?, ¿habrá sido la última vez que vimos a nuestras familias?, ¿qué irá a pasar en el mundo? ¿La epidemia seguirá una vez salgamos de la cuarentena y todos nos volveremos a contagiar?… La impaciencia comienza reinar, el Coronavirus no discrimina clase social, ocupación laboral, color de piel, cantidad de dinero en el banco… pero si discrimina la edad... no le da igual a un abuelo de 70 años que un niño de 5 años. Se cuida la vida del niño, la del viejo se deja un poco de lado. Esta situación me causa un escozor que me recorre toda la espalda. Pero aquí estamos y aquí seguiremos los que nos adaptemos y logremos sobrevivir a este virus. Y si la forma de salvar a nuestros viejos es quedarnos en casa, pues vale la pena que Madrid cierre sus bares y que todo permanezca en soledad, porque ellos… nuestros viejos lo valen todo.

Hoy estoy en mi día 21 de cuarentena, este escrito lo he revisado 500 veces y siempre tengo algo nuevo por decir. Mis amigos y mi familia están repartidos por todo el mundo y la pregunta que siempre nos hacemos cuando hablamos es: ¿Y tú… cuantos días de cuarentena llevas? ¿Estás bien? ¿Cómo andan tus viejos? ¿Qué es lo que mas extrañas de tu ciudad?