Introducción

Siempre he querido tener un espacio en el que pueda publicar mis escritos para aquellos que los quieran leer, no sigo reglas y simplemente dejo a mi imaginación que escriba lo que quiera decir. Escribo de todo, de la vida, bitácoras de viajes, lo que me preocupa y mil cosas más. Bienvenidos a todos aquellos que quieran conocer mi mundo!

miércoles, 30 de noviembre de 2011

ENTRE EL ARTE Y LA RUMBA, CON SABOR A MEXICO

Y sigo con las mil anécdotas de todo lo vivido en México al lado de mis grandes amigos.

Cuando llegamos de Acapulco con Rafa, llegué a casa de Talía en la madrugada. Eduardo (novio de Talía) me abrió la puerta entre dormido y despierto. Yo moría de pena, pero él estaba fresco y como siempre me recibió con una gran sonrisa. A la mañana siguiente, Talía y Eduardo se fueron desde temprano para una junta en su oficina. Yo me quedé descansando, mientras su empleada (la señora Gloria) me hizo un suculento desayuno con quesadilla mixta (Quesadilla con jamón y queso) y un vaso de agua de Jamaica. En la tarde cuando llegaron mis anfitriones, nos fuimos a dar un paseo por los lados de Coyoacán que aun no había conocido. (Coyoacán es una colonia hermosa que en tiempos de los indígenas era un sector de coyotes, por eso su nombre. Además es rica en piedra volcánica que se formó desde la erupción del volcán Xitle, producida en épocas antiguas hace varios siglos atrás. Esta colonia esta ubicada en la zona sur de la ciudad de México, y está llena de construcciones coloniales que alguna vez fueron habitadas por grandes artistas). Durante nuestro paseo por Coyoacán pasamos y vimos desde afuera la Casa Azul de Frida Khalo, la casa donde vivió Trotsky, por varias calles con casas grandes, coloniales, hermosas y llenas de color; por cafés de Trova, por pequeños restaurantes cuidadosamente decorados, por almacenes pequeños, en fin. Es un sector en el que se respira bohemia, arte, e historia por doquier. Luego fuimos al Centro Nacional de las Artes (Cenart), también ubicado por la misma zona. Un sitio con magia propia, músicos en cada rincón, artistas, cinéfilos, escultores y actores; con una plaza de cines imitando las salas de cine de los años 50; con los grandes estudios cinematográficos del país, que además tienen el laboratorio de revelado y transfer ahí mismo. Por sus corredores caminaron los grandes del cine como Pedro Infante, Cantinflas, y otras estrellas que hicieron parte de la edad de oro del cine mexicano. Es un lugar donde se conjugan todas las artes en perfecta armonía. Es un complejo artístico y arquitectónico precioso, lleno de color, de esculturas, de arte, de vida, y emoción. Caminamos por él y me deleité con cada cosa que veía; por ejemplo hay unos arbustos con formas de olas en los que se esconden miles de gatos, entonces la gente va, les da comida, y a veces hasta los adoptan. O también nos encontramos con una exposición de Juan Soriano que no podíamos dejar de ver, (Juan Soriano es un escultor mexicano de talla internacional, y cuyas obras están por toda la ciudad de Mexico y por todo el país; hay obras muy destacadas en la Avenida Reforma por ejemplo. Es un gran orgullo nacional mexicano). Era una recopilación de esculturas muy especiales, entre abstractas y realistas con formas esféricas. Caminamos por entres ellas, tomamos divertidas fotos imitando las posiciones de las esculturas, y pasamos un momento divertidísimo. Antes de irnos pasamos de nuevo por las salas de cine que estaban al lado del estacionamiento, y nos encontramos con la realización de un cortometraje con actores argentinos. Entonces decidimos tomarnos un break para fumar, y entre los tres identificamos lo roles de cada uno: quien era el productor, quien la directora de arte, quien el director, y quien el asistente o asistonto que no hacía sino correr de un lado para el otro. Para donde quiera que miraba había arte, cine, esculturas, pintura, arquitectura, música, en fin. Una experiencia muy enriquecedora y especial.
     
En la noche moríamos de cansancio pero la fiesta debía seguir, era el viaje de mi vida y tenía que disfrutar cada segundo. Empezamos entonces en un restaurante cerca de la casa de Talía, en Coyoacán, para que probara los mencionados chapulines. Era un restaurante muy bonito, cuidadosamente decorado y como todo México lleno de color. Entonces llegó el suculento plato; los Chapulines son insectos de la familia de grillos, y se comen en México desde la época prehispánica. Para prepararlos se hierven un rato y luego se fríen. En este restaurante nos los sirvieron con Guacamole y tortillas de maíz tostadas. Me sentí muy rara comiendo insectos, aunque estos saben mejor que las hormigas culonas que se comen en Colombia. El siguiente plato lo pidió Eduardo, fue un Chile dulce relleno con plátano maduro. Olía y se veía delicioso, entonces Eduardo me ofreció probar un poco. Antes de probar le pregunté si estaba picante, grave error, el me contestó que no, que era un chile dulce y que estaba increíble. Cuando comí el primer bocado, casi me sale humo por las orejas. Estaba picantísimo, me tomé toda la cerveza de un sorbo y un mezcal que ya había pedido. Todos morían de risa. Entendí que Eduardo no es una fuente confiable para saber si algo de comida está picante o no, pues el tiene una tolerancia al pique bastante alta y hay cosas que pican que él ni las siente. En medio de la comida llegó un amigo de Talía y se sentó con nosotros. Talía moría del cansancio. Yo la verdad quería seguir de fiesta, entonces el amigo de Talía me propuso ir a bailar salsa a un sitio llamado Mama Rumba (en Plaza Loreto no muy lejos de donde estábamos), y ahí terminamos. La verdad me descrestó. No pensé que en México les gustara la salsa y la bailaran tan bien. Me la pasé de pelos, bailando, tomando mojitos, y cerveza XX Ámbar. Mirando a todos bailar, y aprendiendo a dar vueltas como ellos. Me costó trabajo agarrar el paso mexicano, pues bailan dando muchas vueltas a las que no estoy acostumbrada, pero al fin y al cabo latina soy y logré bailar como siempre lo hago (hasta que los pies no me daban más). Además tenía un gran parejo de baile del cual aprender y del cual me enamoraron sus ojos. Cuando cerraron el lugar, regresé a casa de Talía a descansar. Al siguiente día ella me despertó pues teníamos un plan turístico y una agenda bastante apretada. Desayunamos, y luego empezamos nuestro día por los museos de la zona: “La Casa Azul” y el “Anahuacali”.

“La casa Azul” es alucinante. Está organizada de tal forma que sentía que en cualquier momento saldría Frida de uno de los cuartos para darnos el tour por toda su casa. Frida nació en esa casa, y allí pasó la mayor parte de su vida acompañada también de Diego Rivera. En esta casa fue donde escondieron a Trotsky durante su exilio, y en la cual se hicieron amantes Frida y él. Estaban sus objetos personales, su corsé de yeso perfectamente lleno de dibujos, su cama, sus colecciones, su vajilla, en fin. El patio grande cuidadosamente cuidado y lleno de flores, y el color azul que reina por toda la casa de aquella gran artista que sufrió hasta el cansancio. Su historia, sus poemas, su ideología, y su obra; me hicieron sentir plenamente identificada por el dolor constante que sentía, y que a pesar de todo la hacían sentir viva. Tengo que confesar que hubo momentos en que la emoción y la tristeza me hicieron llenar los ojos de lágrimas. Estar allí era como un sueño. Al lado de la casa azul, el museo adecuó la casa vecina para poner la colección de botos de Frida Khalo. Estos son unos pequeños cuadros que realizan las personas humildes para agradecer a los Santos algún milagro que les concedieron. Son escritos que se caracterizan por tener una pésima ortografía (Peor que la mía y eso es mucho decir), y pésima redacción, lo que los hace más atractivos para el ojo del turista como yo. Había uno en especial que contaba la historia de unos bandoleros que entraban a la casa de alguien a atracar, mataban a la familia, dejando únicamente a una pequeña niña viva. La leyenda empezaba diciendo algo como esto: “(…) los bandoleros entraron a la casa y mataron al señor tal, hasta dejarlo bien muerto…”. Yo quisiera saber como lo pueden matar a uno hasta dejarlo bien muerto… Y así por el estilo habían varios. Talía, Eduardo, y yo moríamos de risa leyéndolos y además contemplando los dibujos mal hechos sin ninguna perspectiva, con las personas dibujadas sin ninguna proporción. Algo muy peculiar y típico de la cultura popular Mexicana. Luego seguimos nuestro recorrido. Eduardo nos abandonó pues tenía que ir a trabajar, y a cambio nos alcanzó el amigo de Talía que había sido mi compañero de baile la noche anterior. Llegamos al Anahuacali, una construcción arquitectónicamente espectacular. Este museo fue diseñado por el exponente del Muralismo mexicano Diego Rivera para albergar su vasta colección de piezas precolombinas, una de las más grandes del país, que fue recolectando desde su regreso de Europa en 1920. Retomando características de la arquitectura Teotihuacana y azteca, Diego Rivera planeó este espacio como un sitio donde se llevarían a cabo diversas expresiones del arte como teatro, danza, pintura y música, inmersos en una atmósfera cuya arquitectura es una búsqueda de la esencia de lo mexicano a través de su rico pasado precolombino. El diseño del museo imita un teocali, que significa "casa de energía". El museo se construyó con piedra volcánica tomada del mismo terreno proveniente de la erupción del Xitle y elementos arquitectónicos indígenas, de esta forma se pueden conocer las raíces prehispánicas así como el origen de cada corriente cultural que predominaba en la zona.Talía no entró con nosotros al flamante museo, pues esta lleno de peligrosas escaleras, y ella con su embarazo prefirió esperarnos afuera. Entramos, y empezamos el recorrido por el laberinto de la casa. Diego Rivera, según lo que nos dijo el guía del cual tengo mis dudas, pensaba habitar ese espacio y además pretendía que guardaran sus cenizas al lado de las de Frida en una especia de altar ubicado en las bóvedas del templo. Es alucinante ese lugar. Está construido bajo el concepto de la creación del mundo y las diferentes eras de la tierra explicada en la filosofía de los Aztecas. Pero lo mejor de esta experiencia fue el guía. Según él, Diego Rivera era un fascista – comunista. ¿Me pueden explicar como puede ser una persona Fascista – comunista, al mismo tiempo? No se, pero para él, el tema era muy claro. Además decía que el Anahuacali era un templo que parecía un robot, que en cualquier momento le saldrían patas y acabaría con el D.F. Definitivamente cada cual con su locura y su imaginación. El templo era tan hermoso, que poco nos importo lo que el guía decía. Cuando terminamos el recorrido y salimos del museo, detallamos la escultura de Javier Marín que estaba a la entrada del Anahuacali. La primera vez que vi algo de este escultor fue en una exposición en un museo en Cuba en compañía de Talía, quien en esa primera ocasión me dijo que era de sus escultores favoritos. Es un escultor Mexicano que se especializa en figuras del cuerpo humano en dramáticas posiciones o con dramáticas expresiones. Las esculturas son hechas en diferentes metales o en yeso. La escultura que estaba en el Anahuacali, era una cara de gigantescas dimensiones tallada en bronce que de lejos por su talla parecía madera. En mi opinión personal, las esculturas de Javier Marin encajan perfecto en el concepto del cuerpo sin órganos de Bacon. Es alucinante de verdad. No podía faltar la foto con Talía en la gran escultura.
También en la entrada había una especie de obra artística, si así se puede llamar, hecha en palos de madera perfectamente pulidos y cortados. La historia es que un joven escultor, ganó un concurso para exponer en la entrada del Anahuacali su gran obra abstracta que realizaría a partir de palos irregulares y sin pulir, para darle un toque ecológico al tema. Fue a conseguir palos de todos los tamaños, y los había apenas puesto para realizar su obra. Era el día de muertos, por lo que el joven escultor dejó su obra todavía incipiente a cargo de su ayudante y se fue a celebrar. Al siguiente día encontró que su asistente había pelado todos los palos, los había limpiado, pulido, y los había dejado todos del mismo tamaño. Lo que acabó con su obra del todo. En el museo la dejaron la construcción a medio terminar, para recordar la anécdota. Son cosas que llaman la atención de un lugar tan lleno de arte y de vida.
Y aunque el día trascurrió, ya dará pie para el siguiente escrito de mi increíble viaje.

jueves, 2 de junio de 2011

ENTRE CALLES Y CARRETERAS MEXICANAS

Los días pasan y cada día me hace mas falta levantarme en México con mis amigas, con su frescura, con su tranquilidad, y sobre todo compartiendo cada pequeña cosa de sus respectivos mundos. Siempre había una sonrisa, un buen plan para compartir, una nueva comida por probar, y así fuera la cosa más sencilla la pasábamos de poca madre porque estábamos juntas. Que buen regalo me dejó Cuba, me dejó tres amigas con las que tengo mil cosas en común y las cuales me hacen muy feliz. Además, gracias a ellas pude realizar este viaje inolvidable a México del cual todavía hay mil cosas que contar y pareciera que nunca voy a acabar de describir todo lo que vi, conocí, y comí.

Aunque yo estaba de vacaciones mis amigas seguían con sus rutinas laborales. Gracias a Dios, ellas trabajan por contrato y pudieron distribuir sus diferentes compromisos para pasar la mayor parte del tiempo conmigo. Hicieron maravillas para que yo estuviera bien y siempre acompañada por alguna de las dos, o por algún amigo o familiar de ellas. Solo una vez, Ale estaba complicada y me preguntó si me gustaría acompañarla a trabajar. Yo acepté encantada. Era lunes y  había amanecido en su casa (Ale vive en un apartamento muy acogedor con su mamá, su hermano y sus dos perros, Dan y Lía; en Echegaray). Esa mañana ella llegó a mi cuarto temprano con una tasa de café para despertarme (Vale la pena comentar que en las casas de mis dos amigas mexicanas me consentían más que en mi propia casa). Me levanté, nos arreglamos y salimos caminando con dirección a La Escuela Activa de Fotografía, Cede Echegaray, donde Ale dicta clases. Iniciamos nuestro recorrido caminando y atravesando los circuitos de Satélite (y si me dijeran ahora que hiciera el recorrido sola no podría pues los circuitos son bastantes enredados, todas las calles llegan al mismo lugar y se parecen las unas a las otras). En el camino Ale me contó cual era su plan para la clase de ese día; me dijo que iba a hacer clase de toma de fotos en estudio y me contó de sus alumnos. Ella dicta clase de revelado de fotografía con técnicas antiguas, y su novio Roberto da clases de fotografía de producto en la misma escuela. Es decir que podía presenciar dos clases esa mañana. Cuando llegamos conocí a los alumnos de Ale mientras ella y yo nos tomábamos un café. Identifique entonces la alumna fastidiosa, la bacana, la nerd, la sabelotodo, el guapo del grupo, el sobrado, en fin. Lo normal que ocurre en un salón de clases. Sus estudiantes empezaron a poner las luces de tal forma que al modelo que tomaran le resaltaran los gestos de la nariz. Ale decía que lo importante siempre era que la luz fuerte quedara directa en el elemento que debían resaltar. Recordé nuestras clases de fotografía en Cuba, donde con tres luces a medio funcionar hacíamos maravillas. Luego llegó Roberto, el novio de Ale, y me invitó a estar en su clase de teoría. Ese día daba la cátedra de tomas de fotografías para elementos traslúcidos (vidrio, agua y transparencias). Yo me sentía como una estudiante ávida de saber muchas cosas, y acepté la invitación. La verdad es que tenía miedo, pensé que me quedaría dormida en el segundo 5 de la clase… pero no fue así. Roberto es una persona que definitivamente nació para enseñar, tiene toda la paciencia del mundo y se explica muy bien. Fue una clase muy interesante que me espantó el sueño, y me dejó todo el tiempo atenta a cada cosa que decía. Además me invitó a dar mi punto de vista como productora de Agencia de Publicidad. Fue una mañana muy lúdica. En mi poca experiencia de fotografía, definitivamente me faltaron dos clases como las que ellos dictan, y que en solo un ratico aprendí y entendí mil cosas que antes ignoraba. Me sentí una estudiante más de sus dos salones, con derechos a preguntar y demás. Fui muy feliz.

Después de la clase llegó la mejor parte, la comida. Esa tarde me llevaron a comer gorditas y carnitas, en un restaurante ubicado en algún circuito de Satélite. La gorditas son las arepas colombianas, pero a diferencia de las nuestras, estas están rellenas de chicharrón. Y las carnitas, son carne de cerdo en tiras y se comen envueltas en tortillas de maíz. Una comida muy típica mexicana, y como toda su gastronomía, deliciosa. Ese día  hacía un calor de los mil demonios, entonces nos aventuramos a pedir de sobremesa unas cervezas XX ámbar (y estábamos de suerte pues nos llegaron dos por una). Cuando terminamos de comer pedimos el postre, un flan de cajeta, un pequeño manjar que siempre te deja con el mejor sabor (la cajeta es como un arequipe colombiano, pero hecho con leche de cabra). Fue una deliciosa comida en donde también comentamos mi experiencia en las respectivas clases. Ya conocía y hacía parte del mundo de Ale. Al terminar Roberto se fue de nuevo para la escuela, pues tenía que dictar clase en la tarde; y yo acompañé a Ale a ver el que sería su nuevo apartamento. Ella se veía muy feliz, pues está en el proceso de independizarse de la casa de su familia y vivir por su cuenta. Un paso muy necesario para las mujeres de nuestra de edad. Cuando llegamos de regreso a la que era su actual casa, ella se puso a retocar unas fotos mientras seguíamos adelantando las historias y las cosas que en cuatro años no nos habíamos contado. Por la noche, cuando Roberto terminó su trabajo, pasó por nosotras y nos fuimos para Coyoacan a encontrarnos con Talía pues era su cumpleaños. Compramos el ponqué, y cuando llegamos a su casa le cantamos el feliz cumpleaños con velas y demás. Fue un día muy especial, era el primer cumpleaños de alguna de nosotras que lo pasábamos juntas. Estuvimos un rato, tomamos tequila, nos reímos, fumamos, descubrí unos ojos de un amigo de Talía que me encantaban, y con Rafa (el hermano de Talía) planeamos el itinerario para el día siguiente. Esa noche me quedaba en casa de Talía, pues al día siguiente iba con Rafa  para Acapulco. Una nueva aventura mexicana.  

Al día siguiente Rafa y yo iniciamos nuestra aventura, salimos de ciudad de México al medio día. Nuestra primera parada fue en el Alto de Las Tres Marías a comer quesadillas. En esa ocasión probé la quesadilla de cuitlacoche (el cuitlacoche es un hongo comestible que le da a las plantas del maíz y de la mazorca; en México es el único país donde lo comen, en otros países esa es la peor plaga que le puede caer a los cultivos. Es de un color gris verdoso bastante desagradable a la vista, pero delicioso al paladar). Una comida realmente exótica. Después de comer seguimos nuestro recorrido. Al llegar a Cuernavaca, no podíamos dejar de entrar. Rafa me contaba que había estudiado toda su Universidad en Cuernavaca y que era una ciudad llena de cosas buenas, llena de universitarios, de estudiantes extranjeros y de rumba. Entramos, dimos un recorrido rápido, y claro teníamos que ver el palacio de Cortés (antes de la conquista española esta era una tierra rica y gobernada por los Aztecas; rica en cultivos y construcciones. A la llegada de Cortés, y luego de vencer a los indígenas, Cortés construyó un templo católico en lo que antes era un templo indígena y construyó su casa de residencia que ahora es el mayor atractivo turístico de ciudad). Una construcción en piedra, tipo amurallada, de gran tamaño para demostrar su suprema soberanía en esas tierras que antes eran dominadas por los indígenas. Pasamos por la plaza, que como todas las plazas en la mitad tiene un quiosco, y seguimos nuestro camino tomando la autopista del Sol (una Autopista que si la comparas con las carreteras colombianas daría pena). Esta autopista es supremamente bien trazada, la atraviesan túneles y 5 puentes de gran altura (algunos de ellos son de tipo atirantados, lo que significa que están suspendidos por uno o varios pilones). Fue tal el impacto de verlos, que cuando pasamos por el puente más alto le pedí a Rafa que paráramos a tomarnos una foto. Era una estructura muy bonita y digna de ser retratada y memorizada por mi cámara y por mis ojos. Por debajo del puente pasaba un río y se veía que estaba metros por encima de él. Seguimos nuestro recorrido y vale la pena destacar que el paisaje que decora la carretera es árido y desértico (pareciera que si te varas en la mitad, no encuentras nada alrededor). Pasamos uno que otro pueblo, el desvío a Taxco, y al atravesar el último túnel es como entrar en una película surrealista. Uno entra al túnel y se ve un terreno árido, y al salir ves una vegetación abundante y verde por doquier. Eso ratifica la llegada a Acapulco.

Cuando llegamos se abre el panorama y se ve el mar. Llegamos a la perla del pacífico, a Acapulco, una ciudad de construcciones modernas y llena de gente (a pesar de haber sido un importante puerto en la época de la colonia, no se caracteriza por sus construcciones hispánicas sino por sus altos edificios y moderna construcción). Lo primero que hicimos fue ir al mirador de Puerto Marqués (este Puerto hace parte de Acapulco y queda en el extremo sureste de la ciudad. Está unido a la bahía  Santa Lucía (o bahía de Acapulco) por el cerro El Guitarrón con su punta La Bruja). La vista es espectacular, las playas, la tranquilidad y la belleza es indescriptible. De ahí seguimos con nuestra apretada agenda… la idea que teníamos era ir a la Quebrada para luego ver el atardecer en Pie de la Cuesta, pero ya era tarde y dejamos la ida a La Quebrada para después, un  después que no fue y no pudimos ir (La Quebrada es un importante centro turístico donde unos temerarios nativos se clavan a los acantilados. Dicen que la mayor atracción es verlos desde que suben por las peligrosas piedras, escalando descalzos y solo con traje de baño miniatura, llegar al punto más alto, rezarle a la Virgen y lanzarse directo al acantilado). Pero bueno en otra próxima visita me encantaría verlo.  Gracias al tráfico de la hora pico de Acapulco, y a que teníamos que atravesar toda la ciudad de un extremo a otro, no logramos llegar a ver el atardecer de la forma que queríamos. Sin embargo alcanzamos a ver el último rayo de sol escondiéndose en el horizonte en Pie de La Cuesta (una playa ubicada al noreste de Acapulco y se caracteriza por la bravura del mar abierto, por sus múltiples restaurantes en la playa, y por su tranquilidad). Ahí disfrutamos un rato, caminamos por la playa, molestamos con el último rayito del sol, y yo por quererme mojar los pies, una ola gigante me empapó de pies a cabeza (valga la aclaración, llevaba pantalón blanco y nos moríamos de risa con Rafa). Luego nos tomamos una cerveza y comimos algo en un restaurante de la playa. Esta vez, aproveché para comer camarones apanados. Hablamos un rato largo, disfrutamos del sonido del mar, y se nos pasó el tiempo sin ir a La Quebrada. Volvimos a la ciudad de Acapulco ya entrada la noche, buscamos un hotel sencillo y nos instalamos (eran unos bogaloos de los cuales no recuerdo el nombre, pero si se que estaban ubicados cerca a la costera y a la playa). Rafa tomó una siesta y yo me arreglé para salir de fiesta. Apenas estuve lista nos fuimos a conocer la rumba de Acapulco (no se sabía cual de los dos era más desubicado, pues cuando salimos del hotel dimos una vuelta y por casualidad nos regresamos al mismo punto de donde habíamos salido. Parecíamos caminando en los circuitos de Satélite). Todo era un motivo de risa y de mil anécdotas para contar. Mientras caminábamos hacia el bar, pasamos por la fuente de Diana, vimos bares muy tristes, sin gente y aburridos (como un karaoke que hasta la pista estaba desafinada), y otros que estaban prendidos y llenos de gente. Al fin encontramos uno que nos gustó, del cual no recuerdo su nombre pero tenía dos figuras de piratas en la entrada y vista al mar (Acapulco es famoso por los miles de ataques de piratas que sufrió en la época de La Colonia Española, y esto parecía estar presente en ese bar). Nos tomamos un par de tragos, bailamos, hablamos de mil cosas y luego nos fuimos al hotel a descansar. Al día siguiente Rafa tenía que trabajar y yo me fui para la playa a disfrutar del sol. La playa es preciosa, con arena clara y una vista increíble. Me quedé un rato largo, y luego volví al hotel a encontrarme con Rafa. De ahí fuimos juntos a desayunar a un restaurante a la orilla del mar, desayunamos huevos revueltos envueltos en tortillas de maíz. Después de un rato volvimos al hotel a empacar maletas, hacer check out y nos fuimos a caminar por el malecón, por el centro de Acapulco, y nos comimos un delicioso raspado en medio de tanto calor (cada día subía de peso, pero estaba tan feliz que no me cambiaba por nadie). Terminamos nuestro paseo dándonos una suculenta comida con todo tipo de mariscos, en un restaurante a orillas de la playa La Caletilla. De ahí nos montamos en el carro y volvimos a tomar la Autopista del sol para regresarnos a ciudad de México.

Un paseo inolvidable que solo me dejó ganas de volver para conocer aquello que me quedó pendiente; la Quebrada, el Cerro del Guitarrón, en fin. Acapulco es una ciudad muy emocionante, con playas hermosas (aunque los mismos mexicanos dicen que en cuestión de playas es la más feita, quisiera saber entonces cuales son las playas que para ellos son hermosas). En esta travesía además, vale la pena resaltar que tuve un excelente compañero de viaje con el cual siempre había una razón para reír y molestar.   

martes, 17 de mayo de 2011

ENTRE MARIACHIS E HISTORIA

Sigo entonces con la descripción de mi viaje por México. Un viaje que llenó mi cabeza de grandes recuerdos, y de los cuales no me gustaría olvidar ni el más mínimo detalle. Pasamos entonces al punto donde puse continuará en el escrito anterior, mi llegada a la Plaza Garibaldi. Pero primero quiero dar una pequeña reseña de lo que significaba para mí llegar a la Plaza de Mariachis más importante del mundo.  

Los Mariachis han sido parte importante de la banda sonora de mi vida. En mil ocasiones he cantado rancheras en compañía de un aguardiente o de un Tequila, y con lágrimas en los ojos por las desgarradoras letras de las canciones de Vicente Fernández o del Potrillo. Cuando oigo rancheras se me enchina la piel, y desearía ser una mexicana para sentirme orgullosa de decir que lo soy y cantar a grito herido las canciones de mi patria. Sin embargo siendo colombiana me siento orgullosa de ser latina, y de tener la voz para poder cantar las rancheras que tanto me gustan. Por esta inmensa pasión, uno de mis sueños era ir a la plaza Garibaldi en la ciudad de México. Claro que no faltaba el aguafiestas que cuando decía que quería hacerlo, decía que La Plaza Garibaldi era un moridero, que olía mal, y que estaba en el sector más peligroso de la ciudad. Pero la gente que decía eso no sabía nada de mi pasión por las rancheras. Y por fin se llegó el tan esperado día, gracias a mis amigos Mexicanos pude realizar mi sueño y cantar a viva a voz todas las rancheras que me podía saber en la mismísima Plaza Garibaldi.

Después de una suculenta comida en casa de la familia de Talía, nos fuimos con Rafa (hermano de Talía) y sus amigos a la susodicha Plaza. Cuando íbamos llegando, solo se veían tumultos de mariachis con sombreros, guitarras y trompetas; que corrían detrás de los carros tratando de conseguir una serenata para la noche. Nunca había visto a los Mariachis correr, era muy divertido. Cuando nos bajamos y entramos a la Plaza como tal, todos cantaban y se oían trescientas rancheras al tiempo que ni sabía cual era la que quería cantar. La emoción dentro de mí aumentaba a cada minuto. Se veían vendedores, mariachis entregando volantes, cantantes de música norteña, viejitos con traje de Mariachi y desafinados, y también los señores Mariachis con unas voces increíbles que me hacían estremecer. Estaba en la Plaza Garibaldi, y lo que yo vi no tenía nada que ver con lo que decía la gente. A mi me pareció un sitio encantador; lleno de vida, de alegría, de canciones, de tequila, y eso sí con una fuerza histórica muy  interesante. A través de los años y desde su creación, la Plaza y las cantinas que la rodean, han presenciado revolución, música, Folclor y vida. Esta plaza se denomina de esta forma en honor al Coronel José Garibaldi, que participó en el ataque de Casas Grandes con el ejercito revolucionario Mexicano (Durante la revolución se dio una toma a la Ciudad de Juarez - Chihuahua, que fue uno de los primeros golpes para provocar la caída del Dictador Porfirio Díaz, el ataque de Casas Grandes, de ahí su importancia). Además de su carrera militar, el Coronel Garibaldi se caracterizaba por ser un aficionado a la música y le gustaba ayudar a los artistas ambulantes. Entonces en su honor y con su apellido se bautizó a la plaza más importante de mariachis. Una plaza, que ha visto desfilar a los mejores cantantes de Rancheras. Yo sentía que el corazón se me salía del pecho entre tantas rancheras y mariachis. Y en medio de tanta emoción, mis amigos me llevaron a una de las cantinas que rodea la plaza, Al Tenampa, para podernos sentar y tomarnos unos buenos tequilas. Al entrar me dijeron que era la cantina mas antigua de la Plaza (fue fundada en 1923 y ha sido famosa desde entonces por sus mariachis y por la venta de ponche de Granada). Cuando entramos sentí que hacía un flash back en su historia, pues en las paredes estaban las figuras pintadas de todos los grandes mariachis que habían cantado allí. Figuras como Lucha Reyes, El Charro Cantor, Jorge Negrete, Pedro Infante (el ídolo de México), Lola Beltrán (la señora de la canción ranchera), Pedro Vargas (el tenor continental), Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Javier Solís (Y su melodiosa voz), Lucha Villa, Jalisco, Vicente Fernández y muchos cantantes más. Entonces en compañía de una Margarita, de todas las pinturas de las leyendas de la canción mexicana, de mis amigos y del ponche de Granada; empezamos una fiesta inolvidable con rancheras incluidas. Bailamos, nos reímos, tomamos ponche, luego vinieron los tequilas pasados con Sangrita, las cervezas, los mariachis, y por petición de un amigo de travesía las 200 versiones de la canción “Caminos de Guanajuato”. A la mitad de la noche llegaron Ale y su novio, y continuamos la fiesta. La plaza Garibaldi sobrepasó todas mis expectativas; no olía mal, no la sentí tan peligrosa como decían (además casi todos los sitios en las ciudades latinoamericanas son peligrosos), y si tiene un aire especial y una fuerza peculiar. La Plaza Garibaldi es el emblema de los Mariachis y de aquellos que aman las rancheras como yo. Y acepto que canté con el alma “México lindo y querido! Si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan a ti…” Una noche inolvidable.

Apenas estaba comenzando mi viaje, y ya había conocido cosas hermosas y llenas de historia. Pero aun me faltaba muchísimo más. Entonces en compañía de Ale y de su mamá, una mujer encantadora y pujante llamada Magdalena, me llevaron a dar un paseo por el Zócalo de la ciudad de México (el centro de la ciudad). Caminamos por todas la calles que Ale conocía. Desde el barrio chino, a la zona empresarial; pasando por el palacio de los azulejos, y hasta una calle de los años 50 representada en el museo de Arte Popular, para terminar en la Plaza Central de Gobierno. Yo no salía de mi asombro. Lo que ya había visto de noche, lo estaba viendo a luz del día. El escenario era precioso. Para cualquier parte que miraba había una esquina digna de ser retratada, de ser memorizada, y de ser contemplada. En el museo de Arte Popular me encontré con piezas artesanales muy divertidas y llenas de color propias de México, sobre un fondo blanco, porque el edificio del museo es blanco por dentro y por fuera para resaltar todos los colores. Al entrar lo primero que se ve es un carro Volkswagen modelo 50, pintado con mil arabescos de todos lo colores. Y sí, en el último piso del museo se encuentra el modelo de lo que eran las calles en México por los años 50; con fotos a blanco y negro, y con montajes muy creativos, hacen las representaciones de los zapateros de la época, del vendedor de tacos de canasta, en fin. Es un viaje por la artesanía y el folclor Mexicano. Salimos y nuestra siguiente visita fue El Palacio de Bellas Artes. Ver cada uno de los detalles y de las esculturas que tiene, es como despertar en medio de un sueño. Igual estaba en México y como buen país latino tiene sus contradicciones. En medio de tanta historia y belleza, al frente del palacio había un grupo de jóvenes montando la coreografía de alguna canción de Michael Jakson. El líder del grupo era un joven moreno, con el pelo como el del mismísimo artista y hablando de “orale güey”. Que divertido, en medio de tanta majestuosidad, aparece este personaje absolutamente criollo pero queriéndose parecer a un a gringo. Lograron atrapar mi atención un rato, pues bailaban y estaban vestidos muy parecido al autentico rey del Pop. Pero bueno, esas cosas pasan en nuestros países, siempre preferimos parecernos a otros que a nosotros mismos. Dejé mi diversión a un lado y le di entrada a la contemplación del arte, de la arquitectura, y de la belleza. Entré al Palacio y pude ver los murales que decoran las paredes de los corredores entre las entradas a los diferentes salones. Su construcción en mármol, sus cúpulas, su imponencia, me sumergieron en un asombro especial. No pude entrar al teatro, pero me lo puedo imaginar hermoso. Será en una próxima visita a México que vaya y lo vea. Pero si tuve la fortuna de ver los murales de Alfaro, de Diego Rivera y de Orozco en vivo y en directo. Se puede apreciar un conglomerado de arte en una fascinante estructura arquitectónica cuidadosamente construida, que hacen de cada rincón del Palacio un lugar especial. Al salir seguimos nuestro camino y entramos al Palacio de los Azulejos, una construcción, que como todas las construcciones del centro del DF, es imponente y hermosa. Un Palacio construido durante la época de la Colonia y que debe su nombre a que azulejos de Talavera Poblana, recubren completamente su fachada exterior haciendo de esta obra una de las más bellas joyas del arte barroco novohispano. Este palacio era la residencia de Condes y otros ilustres españoles. Al dejar de ser habitado por familias de sangre azul fue la sede del primer almacén Sanborn, que aun existe y en donde compré un par de pilas para mi cámara que estaba a punto de morir. El palacio adentro alberga, además del almacén, una cadena de restaurantes de todos los tipos debido a su inmensidad. Pero lo más divertido es que como la ciudad de México está construida sobre una inmensa laguna y se está hundiendo, el Palacio está ladeado hacia un lado. Uno camina entre subidas y bajadas, o en diagonal por los corredores. Aunque eso no opaca su belleza. Seguimos nuestro recorrido por el Zócalo, pero antes hicimos una parada técnica en un restaurante para comer (o almorzar como decimos los colombianos), una tradicional Torta Mexicana. Las tortas son tan famosas como los tacos. Son inmensos emparedados rellenos de cualquier cosa. Yo pedí una torta de chorizo, pero hay de carne, de pavo, de atún y mil más. Le ponen fríjol refrito, guacamole, queso, chiles y otros ingredientes. Lo divertido fue que cuando lo pedí me dijeron que eran pequeñas, y cuando me llegó mi plato era tan grande que no sabía como me la iba a comer. Hice mi mayor esfuerzo, pero no pude comérmela completa. Como fuera, nos recargamos de energía para continuar con nuestra travesía. Terminamos entonces en la plaza principal, donde está el Palacio de Gobierno, La Catedral y las ruinas de las murallas destruidas de los Aztecas. Es el conjunto más impresionante de dos grandes culturas juntas. Cuando los españoles llegaron a colonizar, tumbaron los templos sagrados de los Aztecas y construyeron la Catedral y el Palacio de Gobierno. Pero como México se está hundiendo, las ruinas de los templos Aztecas empezaron a salir. ¿Se llamará castigo divino? No lo sé… pero si es fascinante verlo. En la plaza, como la plaza de cualquier ciudad latinoamericana, había una huelga del Sindicato Mexicano de electricistas que habían quedado sin trabajo después de años. Entonces la tenían invadida, lástima porque esa huelga no me dejó contemplar su grandeza, pero, sin embargo, su imponencia sale a relucir. Es la segunda plaza de Gobierno más grande del mundo. Uno se siente como un alfiler en medio de ella. Y La Catedral… ni hablar de ella. Una Catedral hermosísima. Su altar tiene lámina de oro, al igual que sus dieciséis altares de las iglesias alternas. La iglesia y el altar de la Virgen de Guadalupe hicieron que se me salieran las lágrimas (no puedo ser insensible a tanta belleza). En la mitad hay un órgano que mide 14 metros de alto y 10 metros de ancho, que tuve la fortuna de poderlo oír pues era Domingo de Pascua y lo estaban tocando. El Órgano retumbaba en todas las paredes, y hacía de La Catedral un lugar todavía más espectacular. Yo sin ser católica practicante, me hinqué a rezar en medio de tanta belleza y de tanta solemnidad. Además se respira un aire de devoción muy especial. No podía evitar que se me erizara la piel con cada nota del órgano. Luego, al salir, y ver las ruinas de los aztecas inmediatamente al lado de la Catedral, me dejó como sin aire. Es una plaza donde se nota el sometimiento de los españoles a las razas nativas, donde se siente la fuerza y el misticismo indígena y la devoción por las costumbres católicas. Una plaza donde las culturas se juntan y se entrelazan. Además, los Indígenas que quedaron en la ciudad, se reúnen en la plaza a hacer sus bailes sagrados pues esos también fueron sus templos. Definitivamente ese día me sentí la persona más privilegiada, pues además de ver todo lo que estaba viendo, casi ningún Mexicano ha oído el órgano de La Catedral.

Con esto termino otro de mis escritos o de mis crónicas de viaje por México. Apenas voy en los primeros días y aun hoy sigo recordando todos los detalles para escribir y no olvidar ningún detalle.

miércoles, 11 de mayo de 2011

MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS MEXICANAS.

Hace pocos días llegué de México… y la verdad cuando me desperté esta mañana lo único que deseaba era estar allá de nuevo. Pero como siempre lo peor de las vacaciones es regresar a la cotidianidad del día a día, y no queda más que recordar lo que viví en un viaje inolvidable al lado de mis grandes amigas, de amigos que conocí durante mi travesía, y de un escenario histórico y artístico excepcional que nunca pensé me fuera a impactar tanto. 

Empezaré entonces mi historia contando por qué escogí México como destino para pasar mis vacaciones. Hace unos años me fui a Cuba durante un mes, para hacer un taller de fotografía en la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños. Iba llena de ilusiones y de expectativas porque parecía que sería un viaje inolvidable. Y no estaba equivocada. Al llegar a la escuela me encontré con tres personas encantadoras, una española y dos mexicanas, que además de ser excelentes fotógrafas llenaron mis días y se volvieron mis amigas inseparables, mis cómplices de viaje, mi conciencia y la razón para siempre estar de buen humor. Durante un mes Vivimos juntas y nos hacíamos llamar las 4 hermosas chicas del numero PI, pues nuestro apartamento era el número 314. Vivimos los mejores días juntas entre risas, fotos, clases, fiestas, borracheras y Bucaneros. En fin… cuando nos despedimos las 4 prometimos no olvidarnos de las cosas vividas ni de nuestra amistad, y contrario a todos los pronósticos de todas las promesas que se hacen en una despedida, ha sido así. A una de ellas la había visto alguna vez porque había estado de paso por Colombia en una travesía por Latinoamérica, pero solo por muy corto tiempo y no había sido suficiente. Entonces un día de nostalgia recordando aquellos días cubanos, y después de cuatro años sin verlas, decidí volver a hacer maletas e irme al país de los tacos, el tequila y el mezcal, a visitar por lo menos a dos de aquellas amigas que fueron tan importantes para mí en Cuba. Solo faltó Almu, la española, y mis vacaciones hubieran sido más que perfectas. Pero no importa, porque queda entonces pendiente un reencuentro para vernos las cuatro hermosas chicas otra vez en cualquier parte del mundo.

Vinieron los preparativos del viaje, la compra del tiquete, la búsqueda de la plata, hasta que se llegó el día. Un jueves Santo en la mañana llegué al aeropuerto de Bogotá y tomé el avión rumbo al DF Mexico. No sabía exactamente a donde iba a llegar, si mis amigas me estarían esperando en el aeropuerto, si de verdad todavía íbamos a ser tan amigas como lo fuimos en Cuba, o si solo había sido Cuba lo que nos había unido. Iba llena de expectativas y emociones encontradas por volverlas a ver. Aterricé, los trámites reglamentarios de inmigración, esperar las maletas mientras la expectativa crecía. Cuando salí lo primero que vi, y me llenó de emoción, fue a mis dos amigas con sus novios esperándome con un tequila y un par de cervezas en la mano. En ese momento me di cuenta que esas amigas que habíamos sido en Cuba, éramos las mismas y nos unía el mismo amor como si no hubieran pasado los años. Eran las mismas; de pronto con otro peinado, con más años, con canas, una de ellas embarazada, pero al fin y al cabo las mismas amigas de siempre. En ese momento, me dieron ganas de llorar, de reír y celebrar aquel momento que daba inicio a mi gran travesía por México, una vez más en compañía de mis cómplices y amigas Talía y Ale. Todo empezó de la mejor manera y con un trago de Tequila como debe ser.

Llegamos todos a la casa de Talía en el centro de Coyacán. Nos adelantamos de los respectivos chismes, seguimos tomando cerveza, me dieron un tour por la casa, me presentaron a las perras Areta y Yanis, y luego salimos a comer por el barrio donde también vivió la familia Kahlo. Pasamos por el parque de Frida, y no podían faltar las fotos para documentar mi viaje. Todas las esquinas eran un buen lugar para tomar fotos pues todo es colonial, hermoso, y con un toque de color propio de México. Ese día la gente estaba en la calle por ser un día festivo y se respiraba aire a tacos, churros, y picante. Se nos unieron más amigos a la fiesta de bienvenida, amigos que mas adelante marcaron aun más mi viaje, y llegamos entonces a La Bipo (un restaurante que en sus inicios había sido de Diego Luna). Pedimos la respectiva comida y me iniciaron en la pasión por el Mezcal (bebida mexicana que al igual que el tequila sale del maguey, pero es más fuerte y fabricada de forma más artesanal. Aun se destila en ollas de barro y se pasa con rodajas de naranja, sal de gusano, y cerveza). Comimos quesadillas de Flor de Jamaica, marranitas, tacos en todas sus formas, y fue mi primera enchilada a causa del pique. Todos morían de risa, y de ahí en adelante todo lo pedía; “sin picante por favor”… bueno lo que se podía pedir sin picante. Luego fuimos a otro bar del sector llamado la Coyoacana, y después de tomar varios mezcales a mi se perdían los ojos. La fiesta, la comedera, y el constante chisme habían iniciado su curso en un viaje inolvidable.

Al día siguiente, el guayabo, o más llamado cruda, a causa de los mezcales me consumía. Sin embargo había que aprovechar cada minuto. Nos despertamos tarde, desayunamos un par de quesadillas y nos fuimos rumbo a Xochimilco, o también llamado la Venecia Mexicana que en vez de góndolas tiene Trajineras. Ese día era viernes Santo y estaba lleno de gente lo que lo hacía más emocionante. Las trajineras parecían carros chocones en feria de pueblo, y el folclor mexicano apareció en todo su esplendor y belleza. El viaje por los canales de Xochimilco  lo iniciamos Ale, su mamá, su hermano y yo, en una trajinera que se llamaba Michell. Pasaban por nuestro lado trajineras de todos los colores y nombres de mujer; habían Margaritas, Alejandras y Talías por doquier. Otras trajineras vendían quesadillas, gaseosas, cerveza, dulces picantes y hasta flores. Pasaban otras con los mariachis cantando y con los grupos de música norteña. No había razón para bajarse a tierra firme, pues todo estaba en el agua navegando por los canales. Cuando íbamos por la mitad del viaje, nos alcanzó Talía con su novio y alargamos el paseo una hora más. Pasamos entonces por una isla con muñecas colgadas en los árboles de forma dramática, y el conductor de la trajinera nos dijo que era la isla de las muñecas. Talía lo refutó y dijo que era solo una réplica de la verdadera isla, pues esta quedaba a dos horas de camino en trajinera desde el puerto. La verdadera isla ubicada entre los canales de Xochimilco según dicen, esta llena de muñecas colgadas por todos lados y se convirtió en atracción turística por la demencia de un hombre. La historia de esta, que la supe por boca de Talía, es que el señor que vivía en esa isla decía que lo perseguía una niña y lo asustaba todo el tiempo, entonces llenó los árboles y la isla de muñecas en tétricas posiciones: degolladas, colgadas del pelo, ahorcadas, rayadas, y con apariencia diabólica. Bueno… me quedé con la imagen de la replica de la isla de las muñecas, que ya fue lo suficientemente tétrica y me puedo hacer una idea de lo que puede ser la verdadera isla. Además es un buen pretexto para volver. Entre cervezas micheladas con sabor, y cervezas normales nos pasamos un rato muy especial todos juntos a bordo de Michell. De regreso a la ciudad la mamá de Ale me invitó a comer Pozole, un plato típico de México (es una especie de sopa hecha con un maíz muy peculiar que es grande y se llama nixtamalización, eso si lo pedí sin pique). Un plato típico que como toda la comida mexicana, me pareció exquisito y recomendable. Luego pasamos por el Zócalo (centro de México) en horas de la noche. Cuando lo ví me quedé sin aire. El Palacio de Bellas Artes, los miles de edificios tipo europeo coloniales, los edificios de Gobierno, su imponencia, su belleza, y todo lo que veía me dejaba sin aliento. Luego pasar por la avenida Reforma y ver el emblemático monumento del ángel de la independencia mexicana. La verdad las palabras son pocas para describir tanta belleza y tanta imponencia. Cuando vi eso, me di cuenta por que México es un país tan importante; no solo por su grandeza, sino por su gente, por su belleza, por su cultura, por su arquitectura y por su historia.  

Pero sigue mi recorrido, otro día Ale me llevó por el bajo mundo del DF. Fuimos al famoso bazar del Chopo que se instala únicamente los sábados. Se ubica en la Terminal de Buena Vista de la línea B del metro, y es donde todos aquellos excéntricos encuentran su lugar. De camino al Chopo, nos fuimos en bus que al igual que en Colombia es toda una experiencia para ver los vendedores ambulantes y demás. Ale me compró una colombiana para que la probara, no me la pude comer pues en mexico hasta los dulces pican. Cuando llegamos al Chopo se ven los punk con sus gigantescas crestas, los roqueros, los metaleros vestidos de negro de pies a cabeza, y otros más. Allí todos aquellos pertenecientes a la contracultura mexicana, consiguen sus discos, sus camisetas, sus excéntricos atuendos, los corsés de las mujeres, y las cosas más curiosas que se puedan imaginar. Hasta tienen una carpa con cine club en medio del calor. Es un lugar surrealista y sacado de la cotidianidad. En medio del bazar me sentía en un zoológico con animales humanos de todas las formas y figuras habidas y por haber. Además animales resistentes e inmunes al calor con tal de no quitarse los largos gabanes negros (todavía no entiendo como hacían pues yo moría del calor y tenía una camiseta y un jean, y los metaleros de negro con buzos y gabanes). Cuando terminamos nuestro recorrido por el bazar y no dábamos más del calor, nos sentamos en una tienda del lugar a tomarnos una Caguama (la Caguama es una cerveza de casi un litro helada, marca Indio, que se toma de manera personal y que difícilmente se puede agarrar con las dos manos). Me causó mucha gracia el nombre y el tamaño de la cerveza, y no faltó la foto. Después de refrescarnos fuimos a la plaza de mercado a comer en un establecimiento llamado Lola La Trailera, comimos tacos con agua de Horchata (es un bebida que se prepara con el agua del arroz, y es deliciosa). Que buenos tacos. En la plaza pude presenciar todas las clases de chiles que existen, de frutas, y de pencas que también son comestibles. Fue un encuentro directo con la cultura gastronómica mexicana que empezaba a conocer.  

En la tarde quedé de encontrarme de nuevo con Talía, pues sus papás me invitaron a comer. Eso fue lo más especial: que mis amigas me involucraron en sus vidas y con sus familias, y ambas familias me llenaron de atenciones especiales y momentos inolvidables. Entonces seguí con mi deleite gastronómico. En casa de Talía tenían lo que en Colombia llamamos un asado, pero un asado acompañado con tortillas, con salsas picantes (la picante y la no picante que igual picaba), picadillo de Nopal, Crema, y cerveza. Una deliciosa comida en familia. Pasamos una tarde entre anécdotas, momentos y dichos mexicanos que me sacaron más de una carcajada. Y por la noche llegó el momento de la rumba y el mezcal. Rafael el hermano de Talía, a quien ya había conocido en Colombia pues había pasado una temporada ahí por trabajo, me llevó a la tan esperada por mi plaza Garibaldi. La plaza donde yo encontraría a todos los Mariachis cantando las canciones que tanto me gusta cantar. Pero para hablar de la plaza Garibaldi, necesitaría un página entera. Más bien la dejaré para un próximo escrito haciendo un recuento de mi maravilloso viaje por México, pues en un solo escrito dejaría de contar muchísimas cosas que me encantaría escribir en su totalidad. Entonces este escrito continuará pues hay mil cosas que contar y mil anécdotas que no quiero olvidar.

El viaje México continuó entre risas, anécdotas, amores, comida, mezclaes, cervezas, y lo más importante siempre acompañada de Ale y de Talía mis hermanas Mexicanas.   
  

viernes, 15 de abril de 2011

LAS MUJERES A LOS 30 AÑOS

Los treinta años son una etapa compleja de la vida para la mujer. Es un límite donde el reloj biológico femenino empieza a titilar, pero también es el momento donde por todo lo que has luchado durante toda tu vida da frutos. Entonces nos solemos debatir entre el querer vivir y el querer ser mamás, porque según lo que nos han enseñado, la mujer o es mamá o es profesional y tiene vida. Entonces, ¿Cuál es el mejor camino? ¿Si somos felices siendo profesionales y viviendo la vida a nuestro antojo, o siendo mamás? Esa es la gran pregunta de las mujeres de mi generación. Mujeres entre las cuales se pueden encontrar una gran variedad, clases y estilos de teintañeras. Unas están llevadas por el complejo de mamás perfectas, otras por no haber logrado lo que esperaban en la vida, y otras, como yo, hemos encontrado la mejor etapa de nuestras vidas.

Mi clase por ejemplo la podría denominar: “las nuevas adolescentes de 30 años”, Aunque de esta clase también existen derivaciones: las apasionadas y las confundidas. Yo sería algo así como… la nueva adolescente de 30 años apasionada (Esto quiere decir: enamoradiza, apasionada en el amor, apasionada en su trabajo, apasionada por sus pasatiempos, y rumbera hasta lo que le den los pies. Pero por apasionada, también estoy condenada sufrir unas apasionadas tuzas de amor). Yo soy el extremo de este tipo de treintañeras. Hay otras nuevas adolescentes de 30 años apasionadas, mucho más centradas que yo pero igual entran en el estándar. Que ironía, soy una treintañera muy feliz cuando toda la vida le temí tanto llegar a esta edad sin casarme ni tener hijos. Me parecía que uno debía tener una familia, un esposo, y una vida según los estándares sociales que nos enseñaron desde pequeñas, máximo a los 26 años y eso que ya estaba pasado de tiempo. Debía tener la vida perfecta de los cuentos de hadas, donde los príncipes se casaban con las princesas sufridas y eran felices hasta el final. Y esa vida se resumía a tener una vida de mujer sacrificada, consagrada a sus hijos, a su marido y a su hogar; que aburrido... soñar a través de los sueños de un esposo. Esa no soy yo… yo vuelo sola por mis propios sueños, no por los sueños de otros. Entonces, ahora que ya estoy en la tan temida edad, me doy cuenta que esta edad es la mejor edad y no hay nada que temer. No tengo marido, no tengo hijos; pero tengo mi trabajo, tengo mi plata, puedo armar mis planes sin depender de nadie, voy de vacaciones a donde yo quiera, puedo bailar sin que nadie me mire mal, tengo mis amigos, y puedo hacer aquello que toda la vida había querido hacer sin remordimientos ni frustraciones. Si hay miedo a que en un futuro me quede sola, pero la libertad que tengo en este momento no la cambio por nada. No digo que nunca me vaya a casar, quizás si, pero si algún día lo hago será porque encontré aquella persona que me entiende y me acepta como soy; libre, soñadora, trabajadora y rumbera. Si no, lo siento no estoy dispuesta a sacrificar mi libertad por nadie. Mi lema de vida es: vivir, aprender, y conocer; es devorarme cada momento como si fuera el último minuto. No le aguanto los caprichos a ningún hombre, los únicos caprichos que sigo son los míos y no me gusta depender de nadie. Si me aburro en una fiesta me voy a la hora que quiera, no me gusta esperar a que la persona que está conmigo me pueda llevar a mi casa. No… yo prefiero agarrar mis cosas e irme por mi cuenta. El lema de ser princesa, me enferma. A mis treinta años tengo la vida por la que siempre he trabajado. ¿De que le sirve a una mujer quemarse las pestañas estudiando, si al fin y al cabo se va a dedicar a su marido y a sus hijos y va a depender de él toda la vida? No… yo a esta edad veo el fruto de haberme quemado las pestañas; tengo una buena carrera profesional, con mi propia plata para llevar a acabo mis sueños y no los de otros, tengo libertad y vida propia. Cuando me aburro con alguien le digo adiós y vuelvo al ruedo sin cargos de conciencia. Vivo para estar con mis amigos, para celebrar por cualquier cosa porque siempre hay un motivo, para trabajar, para cantar, para soñar, para escribir, para estar con mi familia, etc. Soy como una adolescente con ganas de vivirlo todo, y peor, con mi propia plata lo que me da independencia. Pero lo mejor de esta maravillosa edad es que cuando todos me miran y me juzgan por mi manera de pensar, todas las críticas pierden importancia y credibilidad porque me importa poco lo que digan de mí. Mis papás pensaron que estando en un colegio femenino, iba a ser toda una mujer de bien consagrada al hogar. No contaron con que tanta moral, y tanta enseñanza para convertirme en mojigata, infeliz y reprimida; lo único que lograron fue que me llenara de ganas de cuestionar la sociedad y de ir en contra de los estándares establecidos. Yo nunca pertenecí a la sociedad perfecta, yo siempre fui aparte de ese mundo y fui yo misma, por doloroso que eso fue, nadie logró nunca cambiar mi esencia y es a los 30 años es que esa esencia se hizo más fuerte y la vivo a plenitud. Me di cuenta que es uno el responsable de ser feliz o de ser infeliz. Y cada día es una nueva aventura que hay que vivir.

Entonces, las nuevas adolescentes de los 30 años apasionadas, son mujeres con ganas de vivir, de experimentar, de rumbiar, de trabajar, de crecer profesionalmente, de enamorarse, de disfrutar la sexualidad (Porque como dice Alejandra Azcarate; además de ser nosotras las que escogemos a quien nos comemos, ya no nos comen, nosotras nos los comemos a ellos). Aunque tanta belleza nos hace enfrentarnos a hombres miedosos, poco arriesgados, que pasan por mentirosos por no afrontar la responsabilidad de sus actos. Hombres que le temen a esta especia de mujeres de los 30. Hombres agresivos que para verse más que nosotras, hablan duro para demostrar poder y caminan fuerte empuñando su mano. Igual nosotras los miramos, nos reímos y seguimos. Preferimos estar solas.

Pero pasemos a las diferentes especies de treintañeras. Existen las adolescentes de 30 años confundidas: Son Aquellas que se dan cuenta a los 30 años que escogieron la carrera equivocada, o que ser mamás no era lo que querían ser, o que han incursionado en mil cosas en sus vidas sin haber llegado a finalizar nada, o que realmente lo que querían ser era mamás y esposas y están solteras. Son estas mujeres las que siempre se dejaron llevar por el qué dirán y nunca se impusieron para defender su manera de pensar, porque igual nunca pensaron por ellas mismas. Siempre un tercero pensó por ellas. Ellas son las mujeres más infelices de esta edad. Aquellas que le echan la culpa a todo el mundo de sus tristezas, cuando son ellas mismas las responsables de ser felices o infelices. De esta especie hay las que dejan sus vidas profesionales y cambian de carrera, hacen por primera vez lo que siempre soñaron, entonces ponen un almacén de ropa, o un restaurante, o se ponen a diseñar botas, o vestidos de baño, o simplemente se van a estudiar para ser Chefs en Argentina o en Francia. Hay unas que logran cambiar sus vidas y son admirables, pero la gran mayoría se quedan llorando su fracaso el resto de sus vidas.   

Otra especie son las princesas con falta de prioridades en la vida: Hace poco estuve en una reunión con mis compañeras de colegio, y me di cuenta que casi todas son de esta especie. Me llamó la atención especial una de ellas, que además de haber abandonado su carrera profesional por su esposo y sus hijos, se vanagloriaba de los grandes logros que obtuvo durante su época académica y de la cantidad de masters que tenía encima cuando nunca logró aplicar nada a la vida real pues nunca trabajó. Me sorprendió este personaje, porque hizo un comentario salido de todos los límites de una mujer del siglo 21: Al esposo de ella lo trasladaron a Dubai, y su única preocupación no eran sus hijos, ni la adaptación de ellos en el nuevo colegio, ni enfrentar la nueva cultura; no… su mayor preocupación era que iba a hacer sin muchacha del servicio en Dubai. Por Dios!!! No hay derecho en esta etapa de la vida a pensar de esta manera, pero bueno cada cual. En esos momentos yo pensaba y quería decirlo en voz altan pero me contuve, sin embargo lo escribo: “Querida cómprate los guantes de goma y úntate las manitos si no vas a tener muchacha”. De verdad que el comentario me dejó fuera de todo. Ahí ya no tengo nada de que hablar con esa persona. Está fuera mi espectro de prioridades.

Existen también las treintañeras abandonadas; aquellas que después de una frustración laboral o emocional se echan a morir y piensan que ya no pueden hacer nada más. Son aquellas que han tenido delirio de princesas, y formaron todo su sueño alrededor de un tercero y no de ellas mismas.  

Existen las treitañeras frustradas: son aquellas que van a los matrimonios de las amigas y lloran, no de la emoción sino porque su amiga se está casando primero que ellas. Son aquellas que piensan que a los 30 las dejó el tren y buscan marido con afán.

Las treintañeras Workoholics: esta especia me duele muchísimo. Son aquellas mujeres que dedican su vida a su trabajo y se olvidan de su diversión y su vida personal. Viven para trabajar. Ellas, como el caso de una gran amiga, no llegan a los 40 pues se mueren de la enfermedad menos pensada en el momento menos pensado. Se olvidan de ellas mismas, y un día mueren dándose cuenta que al fin y al cabo no eran indispensables pues la vida siguió sin ellas.

La treintañera mamá: esta especie se divide en dos: la fastidiosa y la bacana. Ambas son mujeres que en la maternidad han encontrado su verdadera vocación. La fastidiosa: es aquella que solo sale con sus amigas que tienen hijos, y que discrimina a las que no tienen. Aquellas cuyo tema de conversación se centra en médicos, pediatras, muchas del servicio, enfermeras, experiencias clínicas de los partos, en el colegio del hijo o hija, en la apertura del nuevo almacén de ropa para niños, en fin. Después de un rato de estar con ellas las quieres matar. Las bacanas: son aquellas que comparten su maternidad con sus amigas. Que a pesar de ser mamás y hablar de su estado hablan de otros temas. Que a pesar de tener amigas sin hijos comparten con ellas, y las hacen parte de sus vidas; que son frescas, y siempre hay espacio para todas las amigas que quieran estar con ellas a pesar de sus hijos.  

Después de esto, ¿con que clase de treintañera te identificas?
Definitivamente yo soy una nueva adolescente de 30 años apasionada, de lo cual me siento muy orgullosa. Lee y piensa ¿a que treintañera perteneces? O ¿que clase de treintañera quieres ser?.