La vida pasa en un segundo por mis
recuerdos. Sin saber ya estoy grande, y me parece que fue ayer que era una
adolescentes que soñaba con Cambiar el mundo. Y quizás ahora me doy cuenta que
no lo logré cambiar, más bien que el mundo me cambió a mí. Pero quedan aquellas
épocas grabadas en mi memoria, esas épocas en las que solo quería llegar del
colegio, tirar lejos la maleta, e ir corriendo a encontrarme con mis amigos del
barrio. Aquellos amigos con los que podía desaparecer y ser yo misma. Salirme
de la superficialidad que me rodeaba, y soñar colectivamente con lo que
queríamos hacer de verdad. De esos amigos algunos quedaron, y otros
desaparecieron como debieron desaparecer los Dinosaurios, pero nunca lo
hicieron. Eran esos tiempos en los que Charly García gobernaba nuestras mentes,
nuestros ideales, y nuestros pensamientos. Las canciones de Suigeneris, de Serú
Girán, y sus canciones como solista, eran un disco repetido en nuestros encuentros
y en nuestras caminatas por las calles olvidadas de mi barrio. Eran esas
canciones que alimentaban nuestra sed de hacer justicia en el mundo, y que nos
hacían soñar con crecer y hacer las cosas mejor de lo que las hicieron las
generaciones pasadas. Al fin y al cabo no lo logramos, ni ellos, ni yo, pero
ahí seguimos luchando por nosotros mismos. Éramos esos mamertos, que nos reuníamos
en las casas del barrio y hacíamos tertulias; de política, de filosofía, y de
existencialismo. Y las hacíamos alrededor de la música de Charly García, de
Fito y de Silvio Rodriguez. Aunque siempre primó Charly. Cantábamos Mariel y el
capitán, Natalio Ruiz, Los Dinosaurios, Botas Locas, Inconsciente colectivo, y
mil más. Entonces era nuestro ícono y seguíamos su
historia. Pero ya en ese momento, su historia era un poco estrellada; un
drogadicto que vivía de las excentricidades de la fama. Sus historias nos
causaba un poco de tristeza, aunque como era Dios, todo se le perdonaba. Es un
poco absurdo que cuando Charly García estaba en la cúspide de su fama y cantaba
las canciones que más me gustaban de él, yo ni siquiera había nacido. Me tocó la decadencia del ídolo. Pero he cantado
sus canciones un millón de veces y he llorado con ellas. Sus canciones eran
para nosotros contemporáneas y hablaban de nuestra actualidad. Por ejemplo; cuando
estábamos a punto de graduarnos del colegio, mis amigos tenían que prestar
servicio militar y no faltaba la Canción “Botas Locas” en nuestros encuentros.
A todos les tocaba prestarlo, y ninguno lo quería hacer. Era parte de nuestra
época, y era como si él estuviera de nuestra de edad, y sus canciones viejas
fueran los últimos éxitos del momento para nosotros. Él no ha dejado de
renovarse en su música, incluso cuando era adolescente, pero las canciones que
más nos gustaban de él eran las viejas. El resto del mundo nos veía como los vivos
representantes de los mamertos. Y nosotros éramos unos jóvenes con sueños y
ganas de libertad. Con ganas de hacer historia, y de crecer. Nos importaba poco
que nos catalogaran como los irreverentes, Hippies, mamertos o colinos; éramos nosotros y
nada más.
Cuento esto, porque ver a Charly en vivo
me hizo revivir toda mi historia, cosa que nunca pensé que iba a poder hacer. Fue
increíble verlo ahí, a pocos metros de mi… fui absolutamente feliz. Fui
adolescente de nuevo. Siempre soñé oír “Canción para mi muerte” en vivo,
cantada por el maestro y siempre inmortal Charly. Nunca pensé poder hacerlo. Antes
de recuperarse por su drogadicción llevada al extremo, él dejaba a su público
botado en concierto, la droga lo tenía consumido, su irreverencia en el
escenario, su agresividad contra el público y colegas, sus huesos forrados por
su piel sin nada de carne entre ambos, su historia, su solead, sus ganas de ser
Dios y tenerlo todo ganado, lo alejaban cada vez de mi sueño de verlo. ¿Para
que lo iba a ver? Mejor seguía oyendo sus discos, y conservaba la visión de mi
ídolo intacta. Y mira como es la vida… Charly
resucitó entre los muertos, volvió a un escenario más vivo que nunca, cantó al
lado de sus músicos, dio las gracias a Bogotá y al público que lo aclamaba, se
veía gordo, y para cerrar su impecable presentación, cantó la tan anhelada por
todos “Canción para mi muerte”. Yo siempre he criticado aquellos que lloran en
los conciertos, me parece absurdo, pero ese día inevitablemente lloré. No podía
creer que estaba viendo al mismísimo Charly García, cantando una canción
completa en frente mío y en vivo. Eso fue como un sueño, como algo que siempre
quise pero parecía imposible.
Un
personaje que siempre ha estado acompañado por la polémica, por sus escándalos,
por su irreverencia. Vivió la oscura época de la represión en Argentina. Una
época en la que temía que sonara el teléfono, pues podían ser noticias de que
algún amigo, o una ex novia, o un conocido, había caído en manos de la milicia
argentina y estaban condenados a desaparecer y a morir como tantos lo habían
hecho. Fueron épocas de miedo, de angustia, en las que su única arma fue la
música. Le Censuraron varias canciones por ir en contra del régimen, y utilizó
las metáforas para expresar su descontento con lo que pasaba diariamente en la
Argentina de esos años. Después de un concierto, llegó a su casa y lo encontró
todo destruido, y sin embargo seguía ahí. En todo sentido, su arma siempre fue
la música, y también fue su salvación. Pasó por muchos momentos, tratando de
ser coherente con su historia y con su vida. Sin embargo, a nadie proclames que
es “Dios”, porque se lo puede creer como se lo creyó él. Fue proclamado como el
genio de la canción Argentina y latinoamericana, el príncipe del Rock en
español, a él todo se le perdonaba, todas sus excentricidades eran parte de su
manera de ser. Y él mismo decía: “El genio es un loco que puede hacer
algo con su locura, yo soy un genio”. “Los políticos son profesionales de la
política”. “Yo nunca me traicioné”. Su fama lo llevó a la perdición. La fama
puede acabar con los dioses en un segundo pues creen ser inmortales. Charly
experimentó la soledad, la tristeza, el desprecio de sus seguidores; y sin
embargo se paró, se levantó, y estuvo de nuevo ganándose a su público con las
canciones que todos nos sabíamos. Eso lo hace más grande que su misma historia,
es un ser humano que ha sobrevivido a mil batallas. No es Dios, pero si es grande.
En
medio del concierto, soñé con tener 15 años de nuevo y estar al lado de mis
amigos del barrio, aquellos amigos con los cuales fui grande y encontré mi
lugar en el mundo. Mis amigos de “La Colina”. Mientras oía “Los dinosaurios”, y
veía a nuestro ídolo cantar en frente mío, pensaba si ellos estaban entre la
multitud y recordaban lo mismo que yo. Aquellos amigos con los que rasguñábamos
las piedras sin importar lo que podían pensar de nosotros. Éramos un grupo
donde todos estábamos dispuestos a todo por nosotros mismos. Donde ofendían a
uno, y nos ofendían a todos. Donde todo era posible en medio de la
incertidumbre de vivir. ¿Que será de todos ellos? ¿Donde habrán quedado? Yo
estaba en primera fila, y quería estar al lado de todos para compartir con ellos
lo que yo estaba sintiendo. Charly en persona, coherente, cantando las
canciones completas, sin tirar guitarras, ni agreder al público. Yo estaba ahí,
con mis recuerdos proyectados en mi mente como una película, y lágrimas en mis
ojos. Peo no estaba sola, estaba con una amiga, que aunque no fue de mis amigas
del barrio, tuvo una historia parecida a la mía cuando ambas éramos
adolescentes, y por eso nos unió un ideal común, Ver a Charly frente a
nosotras. Un ídolo que estaba caído, ahora lo veíamos frente a nosotras, a
pocos metros de donde estábamos. Mi amiga y yo vibrábamos con cada canción. Lo
ame, ame ese momento inolvidable. El renacer de un ídolo que estaba muerto
entre sus ínfulas de Dios; un ídolo que vivió en carne propia la soledad, la
tristeza, y la desolación; un ídolo que volvió a ser grande y lo vi de nuevo
como siempre soñé verlo. Sos grande Charly!, has marcado más de tres décadas,
has hecho historia con tu música, y a pesar de todo te seguimos aclamando tus
fans.
Solo
me queda decir: “Los amigos del barrio pueden desaparecer, las canciones de
radio pueden desaparecer, pero Dinosaurios van a desaparecer… No estoy
tranquilo mi amor, hoy es sábado en la noche, un amigo está en cana … O mi amor
yo quiero estar liviano… Cuando el mundo ira para abajo, es mejor no estar
atado a nada, imaginen a los Dinosaurios en la cama…”
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