Introducción

Siempre he querido tener un espacio en el que pueda publicar mis escritos para aquellos que los quieran leer, no sigo reglas y simplemente dejo a mi imaginación que escriba lo que quiera decir. Escribo de todo, de la vida, bitácoras de viajes, lo que me preocupa y mil cosas más. Bienvenidos a todos aquellos que quieran conocer mi mundo!

martes, 14 de diciembre de 2010

LOS HINCHAS Y EL FUTBOL.

UN NUEVO ESCENARIO PARA LA GUERRA, EL ESTADIO

El día empieza sin mayor sobresalto. Es un domingo pero no es un domingo como cualquiera, es un domingo de clásico. Él se levanta con mucho ánimo y convencido de que su equipo ganará la contienda de hoy. Del resultado del partido depende la posición del equipo en la general. Él lo arregla todo desde temprano, se pone su uniforme de guerra, la camiseta de su equipo, agarra sus armas: las banderas, las astas y si puede un puñal escondido en alguna parte del cuerpo y sale para el estadio. La hora de la batalla está anunciada y hay que estar preparado para que no lo cojan mal parado los del otro equipo, y le entierren un puñal por la espalda sin poder recibir ayuda de sus compañeros de batallón. A la salida del joven para el estadio queda su familia con el alma en la boca y sin saber en que estado regrese esta vez. A él poco le importa lo que piensa su familia porque lo más importante en ese momento es defender a su equipo aunque le pueda causar la muerte. Llega al Estadio. Comienza el calvario pues más que la entrada a ver un partido de futbol parece la entrada a una cárcel con mil requisas, con agresiones y aveces hasta bolillazos. De esta forma se comienza a vivir la guerra en el Estadio de Futbol,

La guerra del estadio es una guerra sin clase social, que no discrimina razas ni ideales políticos, y donde lo único que cuenta es el color de la camiseta que se lleva puesta. Yo me pregunto en este campo de batalla cuantos jóvenes van a seguir perdiendo sus vidas por defender un equipo… No lo sé, pero no me pienso quedar callada. Se que hacer entrar en razón a un Hincha es imposible porque están cegados por una pasión desenfrenada, pero por lo menos no me quedo callada cómo tantas veces a los jóvenes nos ha tocado quedarnos, callados y sin rechistar. 

Durante toda la torpe historia de nuestro país, hemos vivido momentos de desasosiego por la negligencia y la falta de tolerancia de todos. Llámense Españoles o Criollos, Oligarcas o Plebe, Liberales o Conservadores, Comunistas o Ultra Derechistas, Negros o Blancos, cartel de Cali o Medellín, sicarios o civiles, y en fin podría seguir una enorme lista. Siempre aquel que no piensa como yo, está condenado a morir sin poder defender su posición. Hay que recordar entonces aquel fatídico 9 de Abril, el llamado el Bogotazo, la muerte del Caudillo de un pueblo sumido en la represión absoluta, la muerte de Jorge Eliecer Gaitán. Este día las calles de un país completo fueron testigos de la guerra, de las muertes más crudas e inhumanas. Ese día las calles se vistieron de rojo oscuro, y no precisamente celebrando el triunfo de un equipo de futbol. Luego empezaron a existir elegantes modalidades para matar; el corte de Franela y otros más. En ocasiones decían que los conservadores jugaban futbol con la cabeza de los liberales muertos en emboscadas y en masacres. (En esta nueva guerra urbana a la que nos enfrentamos hoy, el estilo de muerte es más sencilla pues son pocas las armas que pueden entrar los Hinchas a los partidos, un puñal y se entierra donde caiga). Luego vinieron los años mozos de la juventud colombiana, aquellos tiempos donde los jóvenes se unían para luchar por ideales de igualdad y justicia en un país triste y muy pobre. Pero de estos jóvenes se encontraron muchos masacrados en algún salón de alguna Universidad Pública de este país al que intentaban sacar adelante. Murieron en medio de alguna importante disertación política realizada bajo el velo de la clandestinidad o simplemente desaparecieron. Aquella época en la que el gobierno se encargaba con éxito de callar a los jóvenes comunistas y a los dirigentes de UP con la mano fatídica de la muerte. No solo se gobernaba un país, sino que pretendían ser dueños de la opinión de toda la ciudadanía. Y a punta de miedo, fueron muchas las vidas de jóvenes que pudieron hacer mucho por este país y no los dejaron. En esta época se mataba por pensar, ahora se mata por ver jugar. Y las principales víctimas siguen siendo los jóvenes, futuro de este país. Cuantos cadáveres no han hecho parte de las enormes listas de N.N, cuantos escenarios no se tiñeron de sangre; las universidades, las calles, los campos, los ríos. Pero ahora, ahora una nueva guerra franquea las puertas del entretenimiento, ha atravesado las puertas de los Estadios Colombianos. ¿Es eso Justo? No… llevamos años en una guerra sin sentido y los Hinchas de los diferentes equipos colombianos de futbol, pelean por formar otra guerra aun más absurda que la guerra política que agobia al país desde comienzos de su historia.

El Hincha llega al Estadio, se siente fuerte al lado de sus amigos y con poder para empezar la gritería de las llamadas barras bravas. Ambos equipos están ya en la cancha, y todos los asistentes al evento vibran a través de sus camisetas. Cada Hincha desea con todas sus fuerzas que su equipo gane. Se convierte la contienda en una guerra de poder que depende de 11 jugadores, jugadores que pueden condenar a alguien con su pérdida o pueden salvar a otros y que ponen en jaque a todas las familias y allegados de los hinchas. Es una gran responsabilidad, muchas vidas pesan ya sobre sus hombros. Las gramillas están infestadas de jóvenes eufóricos dispuestos a morir, al igual que lo está el Ejercito Colombiano, Las AUC y las Guerrillas. La diferencia es que los jóvenes pertenecientes a los grupos armados Colombianos, luchan por ideales o porque simplemente la ley de sus vidas los llevó a ese nefasto destino. Pero los Hinchas, los Hinchas están en el estadio por voluntad. Nadie los obligó a morir por la causa de defender el honor de un equipo. A esto a llegado el Futbol, a sacrificar la vida de muchos jóvenes colombianos que llevan la misma sangre colombiana siendo del América, de Millos, o del Nacional. Todos son colombianos matándose entre sí por una pasión que los mantiene ciegos.

Quizás no busco con esto abrirle los ojos a un Hincha, pues creerá que lo que yo digo solo pretende mermar su pasión y no es así. Lo que trato de hacer es intentar manifestar mi descontento y crear conciencia para darle al futbol la importancia que merece sanamente. La pasión del futbol es la mejor pasión que existe. Gritar un gol del equipo amado es más satisfactorio que todos los éxitos que se pueden tener. La frustración de la perdida del equipo, causa más frustración que cualquier fracaso. No hay nadie más feliz que yo cuando el equipo azul mete un gol, pues desde pequeña aprendí a vibrar con los goles de la selección Colombia y de mi equipo querido capitalino al igual que lloré con sus fracasos. Pero nunca pensé en matar por la pasión. Ahora el Futbol se ha convertido en una guerra absurda entre Hinchas que desfogan su energía en la muerte. Nadie tiene derecho de matar a nadie por ser de otro equipo. Nadie tiene derecho de agredir a otra persona por tener la camiseta de otro bando. No importa quien sea soberano en la ciudad en donde se realiza la contienda, nadie tiene derecho a decirle a nadie la camiseta del equipo que debe usar.  Sabemos que el hecho de vivir en un país libre es una gran falacia, pero dejemos la guerra para la política y el monte. El futbol vivámoslo como la pasión que oxigena el mundo, no como un motivo más de matar y formar una guerra. Si se mata o se deja vivir a un Hincha, no va a hacer ganar a un equipo determinado.

Cuantos soldados jóvenes no hemos perdido en un campo de batalla, cuantos guerrilleros no han muerto por tratar de sobrevivir en una tierra hostil, cuantos Paras han sucumbido sin más opción de vida que la guerra o la muerte. ¿Por qué ahora tienen que morir nuestros jóvenes en los Estadios? Piensen Hinchas inconscientes que futuro van a dejar para sus hijos. El país carga entre sus entrañas inmensos ríos de sangre, por la falta de tolerancia que ha existido desde siempre y por un deseo de poder incontrolable. No dejemos que lo siga haciendo por unos llamados Hinchas. Hincha es aquel que siempre está con su equipo, no aquel que mata por una camiseta. Que rico poder volver al estadio a ver un partido sin pensar en que podrá pasar a la salida o durante la contienda. No hay nadie que se emocione más que yo con un gol, pero a ese campo de batalla prefiero no acompañar a mi equipo.

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