Los treinta años son una etapa compleja de la vida para la mujer. Es un límite donde el reloj biológico femenino empieza a titilar, pero también es el momento donde por todo lo que has luchado durante toda tu vida da frutos. Entonces nos solemos debatir entre el querer vivir y el querer ser mamás, porque según lo que nos han enseñado, la mujer o es mamá o es profesional y tiene vida. Entonces, ¿Cuál es el mejor camino? ¿Si somos felices siendo profesionales y viviendo la vida a nuestro antojo, o siendo mamás? Esa es la gran pregunta de las mujeres de mi generación. Mujeres entre las cuales se pueden encontrar una gran variedad, clases y estilos de teintañeras. Unas están llevadas por el complejo de mamás perfectas, otras por no haber logrado lo que esperaban en la vida, y otras, como yo, hemos encontrado la mejor etapa de nuestras vidas.
Mi clase por ejemplo la podría denominar: “las nuevas adolescentes de 30 años”, Aunque de esta clase también existen derivaciones: las apasionadas y las confundidas. Yo sería algo así como… la nueva adolescente de 30 años apasionada (Esto quiere decir: enamoradiza, apasionada en el amor, apasionada en su trabajo, apasionada por sus pasatiempos, y rumbera hasta lo que le den los pies. Pero por apasionada, también estoy condenada sufrir unas apasionadas tuzas de amor). Yo soy el extremo de este tipo de treintañeras. Hay otras nuevas adolescentes de 30 años apasionadas, mucho más centradas que yo pero igual entran en el estándar. Que ironía, soy una treintañera muy feliz cuando toda la vida le temí tanto llegar a esta edad sin casarme ni tener hijos. Me parecía que uno debía tener una familia, un esposo, y una vida según los estándares sociales que nos enseñaron desde pequeñas, máximo a los 26 años y eso que ya estaba pasado de tiempo. Debía tener la vida perfecta de los cuentos de hadas, donde los príncipes se casaban con las princesas sufridas y eran felices hasta el final. Y esa vida se resumía a tener una vida de mujer sacrificada, consagrada a sus hijos, a su marido y a su hogar; que aburrido... soñar a través de los sueños de un esposo. Esa no soy yo… yo vuelo sola por mis propios sueños, no por los sueños de otros. Entonces, ahora que ya estoy en la tan temida edad, me doy cuenta que esta edad es la mejor edad y no hay nada que temer. No tengo marido, no tengo hijos; pero tengo mi trabajo, tengo mi plata, puedo armar mis planes sin depender de nadie, voy de vacaciones a donde yo quiera, puedo bailar sin que nadie me mire mal, tengo mis amigos, y puedo hacer aquello que toda la vida había querido hacer sin remordimientos ni frustraciones. Si hay miedo a que en un futuro me quede sola, pero la libertad que tengo en este momento no la cambio por nada. No digo que nunca me vaya a casar, quizás si, pero si algún día lo hago será porque encontré aquella persona que me entiende y me acepta como soy; libre, soñadora, trabajadora y rumbera. Si no, lo siento no estoy dispuesta a sacrificar mi libertad por nadie. Mi lema de vida es: vivir, aprender, y conocer; es devorarme cada momento como si fuera el último minuto. No le aguanto los caprichos a ningún hombre, los únicos caprichos que sigo son los míos y no me gusta depender de nadie. Si me aburro en una fiesta me voy a la hora que quiera, no me gusta esperar a que la persona que está conmigo me pueda llevar a mi casa. No… yo prefiero agarrar mis cosas e irme por mi cuenta. El lema de ser princesa, me enferma. A mis treinta años tengo la vida por la que siempre he trabajado. ¿De que le sirve a una mujer quemarse las pestañas estudiando, si al fin y al cabo se va a dedicar a su marido y a sus hijos y va a depender de él toda la vida? No… yo a esta edad veo el fruto de haberme quemado las pestañas; tengo una buena carrera profesional, con mi propia plata para llevar a acabo mis sueños y no los de otros, tengo libertad y vida propia. Cuando me aburro con alguien le digo adiós y vuelvo al ruedo sin cargos de conciencia. Vivo para estar con mis amigos, para celebrar por cualquier cosa porque siempre hay un motivo, para trabajar, para cantar, para soñar, para escribir, para estar con mi familia, etc. Soy como una adolescente con ganas de vivirlo todo, y peor, con mi propia plata lo que me da independencia. Pero lo mejor de esta maravillosa edad es que cuando todos me miran y me juzgan por mi manera de pensar, todas las críticas pierden importancia y credibilidad porque me importa poco lo que digan de mí. Mis papás pensaron que estando en un colegio femenino, iba a ser toda una mujer de bien consagrada al hogar. No contaron con que tanta moral, y tanta enseñanza para convertirme en mojigata, infeliz y reprimida; lo único que lograron fue que me llenara de ganas de cuestionar la sociedad y de ir en contra de los estándares establecidos. Yo nunca pertenecí a la sociedad perfecta, yo siempre fui aparte de ese mundo y fui yo misma, por doloroso que eso fue, nadie logró nunca cambiar mi esencia y es a los 30 años es que esa esencia se hizo más fuerte y la vivo a plenitud. Me di cuenta que es uno el responsable de ser feliz o de ser infeliz. Y cada día es una nueva aventura que hay que vivir.
Entonces, las nuevas adolescentes de los 30 años apasionadas, son mujeres con ganas de vivir, de experimentar, de rumbiar, de trabajar, de crecer profesionalmente, de enamorarse, de disfrutar la sexualidad (Porque como dice Alejandra Azcarate; además de ser nosotras las que escogemos a quien nos comemos, ya no nos comen, nosotras nos los comemos a ellos). Aunque tanta belleza nos hace enfrentarnos a hombres miedosos, poco arriesgados, que pasan por mentirosos por no afrontar la responsabilidad de sus actos. Hombres que le temen a esta especia de mujeres de los 30. Hombres agresivos que para verse más que nosotras, hablan duro para demostrar poder y caminan fuerte empuñando su mano. Igual nosotras los miramos, nos reímos y seguimos. Preferimos estar solas.
Pero pasemos a las diferentes especies de treintañeras. Existen las adolescentes de 30 años confundidas: Son Aquellas que se dan cuenta a los 30 años que escogieron la carrera equivocada, o que ser mamás no era lo que querían ser, o que han incursionado en mil cosas en sus vidas sin haber llegado a finalizar nada, o que realmente lo que querían ser era mamás y esposas y están solteras. Son estas mujeres las que siempre se dejaron llevar por el qué dirán y nunca se impusieron para defender su manera de pensar, porque igual nunca pensaron por ellas mismas. Siempre un tercero pensó por ellas. Ellas son las mujeres más infelices de esta edad. Aquellas que le echan la culpa a todo el mundo de sus tristezas, cuando son ellas mismas las responsables de ser felices o infelices. De esta especie hay las que dejan sus vidas profesionales y cambian de carrera, hacen por primera vez lo que siempre soñaron, entonces ponen un almacén de ropa, o un restaurante, o se ponen a diseñar botas, o vestidos de baño, o simplemente se van a estudiar para ser Chefs en Argentina o en Francia. Hay unas que logran cambiar sus vidas y son admirables, pero la gran mayoría se quedan llorando su fracaso el resto de sus vidas.
Otra especie son las princesas con falta de prioridades en la vida: Hace poco estuve en una reunión con mis compañeras de colegio, y me di cuenta que casi todas son de esta especie. Me llamó la atención especial una de ellas, que además de haber abandonado su carrera profesional por su esposo y sus hijos, se vanagloriaba de los grandes logros que obtuvo durante su época académica y de la cantidad de masters que tenía encima cuando nunca logró aplicar nada a la vida real pues nunca trabajó. Me sorprendió este personaje, porque hizo un comentario salido de todos los límites de una mujer del siglo 21: Al esposo de ella lo trasladaron a Dubai, y su única preocupación no eran sus hijos, ni la adaptación de ellos en el nuevo colegio, ni enfrentar la nueva cultura; no… su mayor preocupación era que iba a hacer sin muchacha del servicio en Dubai. Por Dios!!! No hay derecho en esta etapa de la vida a pensar de esta manera, pero bueno cada cual. En esos momentos yo pensaba y quería decirlo en voz altan pero me contuve, sin embargo lo escribo: “Querida cómprate los guantes de goma y úntate las manitos si no vas a tener muchacha”. De verdad que el comentario me dejó fuera de todo. Ahí ya no tengo nada de que hablar con esa persona. Está fuera mi espectro de prioridades.
Existen también las treintañeras abandonadas; aquellas que después de una frustración laboral o emocional se echan a morir y piensan que ya no pueden hacer nada más. Son aquellas que han tenido delirio de princesas, y formaron todo su sueño alrededor de un tercero y no de ellas mismas.
Existen las treitañeras frustradas: son aquellas que van a los matrimonios de las amigas y lloran, no de la emoción sino porque su amiga se está casando primero que ellas. Son aquellas que piensan que a los 30 las dejó el tren y buscan marido con afán.
Las treintañeras Workoholics: esta especia me duele muchísimo. Son aquellas mujeres que dedican su vida a su trabajo y se olvidan de su diversión y su vida personal. Viven para trabajar. Ellas, como el caso de una gran amiga, no llegan a los 40 pues se mueren de la enfermedad menos pensada en el momento menos pensado. Se olvidan de ellas mismas, y un día mueren dándose cuenta que al fin y al cabo no eran indispensables pues la vida siguió sin ellas.
La treintañera mamá: esta especie se divide en dos: la fastidiosa y la bacana. Ambas son mujeres que en la maternidad han encontrado su verdadera vocación. La fastidiosa: es aquella que solo sale con sus amigas que tienen hijos, y que discrimina a las que no tienen. Aquellas cuyo tema de conversación se centra en médicos, pediatras, muchas del servicio, enfermeras, experiencias clínicas de los partos, en el colegio del hijo o hija, en la apertura del nuevo almacén de ropa para niños, en fin. Después de un rato de estar con ellas las quieres matar. Las bacanas: son aquellas que comparten su maternidad con sus amigas. Que a pesar de ser mamás y hablar de su estado hablan de otros temas. Que a pesar de tener amigas sin hijos comparten con ellas, y las hacen parte de sus vidas; que son frescas, y siempre hay espacio para todas las amigas que quieran estar con ellas a pesar de sus hijos.
Después de esto, ¿con que clase de treintañera te identificas?
Definitivamente yo soy una nueva adolescente de 30 años apasionada, de lo cual me siento muy orgullosa. Lee y piensa ¿a que treintañera perteneces? O ¿que clase de treintañera quieres ser?.
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