Introducción

Siempre he querido tener un espacio en el que pueda publicar mis escritos para aquellos que los quieran leer, no sigo reglas y simplemente dejo a mi imaginación que escriba lo que quiera decir. Escribo de todo, de la vida, bitácoras de viajes, lo que me preocupa y mil cosas más. Bienvenidos a todos aquellos que quieran conocer mi mundo!

lunes, 4 de noviembre de 2013

EL TITULO DE UN LIBRO QUE LOGRÓ MEZCLAR UN VICIO Y UNA PASIÓN (LA DIVA NICOTINA)

Una de mis paciones siempre ha sido ir al centro de la ciudad, a la Candelaria en Bogotá. Es un lugar donde se juntan mil historias… mil momentos, mil parejas caminan de la mano por las calles románticas, y otras por las calles demasiado transitadas.  El indigente se confunde con el empresario, la arquitectura de los 70 con la de los 50, y con el legado español que nos dejaron nuestros colonizadores. Donde existe el palacio que dice llamarse el palacio de Justicia, pero termina siendo el palacio donde ocurrió la peor injusticia de la historia colombiana. Donde todo puede pasar, y las cosas más extrañas te puedes encontrar… libros ocultos, antigüedades, artesanías, y una infinidad de cosas que ni siquiera uno se alcanza a imaginar. Yo solía pasar horas caminando por el centro de la ciudad, y contemplando la anacrónica de este lugar lleno de historia, de vida, y de desolación. Con los años lo he dejado de hacer, pero cuando voy, es como si volviera a vivir.
Pero el centro de Bogotá no solo es un lugar alucinante para mi, también es el centro de los rodajes de comerciales, o propagandas como se llaman tradicionalmente,  de este país. Por su estilo colonial los comerciales parecen filmados en una ciudad europea, y casi siempre son grabados en la misma calle: la Jiménez con séptima. Es la esquina mas filmada, más fotografiada, y mas enmarcada en la pantalla grande, chica y mediana de Colombia. Cuando trabajaba en Agencia, le decíamos el estudio 3. Entonces, en uno de esos días fríos típicos bogotanos, en los que teníamos que grabar un comercial del Grupo Aval y microempresarios en el estudio 3 (Centro de Bogotá); yo estaba en este alucinante lugar para supervisar el trabajo y velar por el buen resultado del comercial. Pero esta vez el comercial no se iba a grabar en la Jiménez con séptima, se iba a grabar en un sitio aun mas alucinante, en una librería. Wow… la locación era una librería en un callejón ubicado entre la calle  17 y la calle 20 mas o menos, desde la carrera séptima como hasta la 9 u octava. No estoy segura. Un callejón con una infinidad de librerías de libros de segunda mano. Lugares alucinantes y escalofriantes al mismo tiempo. Con tantos libros que no sabes cual ver. Y yo en la locación.
En cada corte, iba a buscar libros y títulos que me llamaran la atención. Parecía una niña chiquita en Disney. Si… para mi es alucinante entrar a las librerías, me antojo de todo y todo lo quiero comprar. Pero lo mas emocionante es por qué me enamoro de los libros… por los títulos. Un buen título me atrapa. No me importa el autor, no me importa el género, si tiene un buen título el libro me hipnotiza. A veces me leo cosas increíbles, y otras veces pésimos libros como “Chapolas Negras” de Fernando Vallejo. Pero ese día en esa libraría del centro, donde estaba en el rodaje de un comercial, encontré uno de los libros mas alucinantes que me he leído en la vida. Ahí estaba, con una caratula tan seductora como su nombre… Yo apasionada por el cine y el erotismo de las grandes divas como Luis Broks, Marlene Detrich, y aquellas primeras divas de la pantalla Grande que mas que Divas eran vampiresas. Además, debo confesar que soy una fumadora y amante de mi vicio… mi compañero, mi aliado, mi fuga en momentos de estrés, mi confidente en momentos de tristeza, mi compañero de lágrimas y de alegrías. Y ahí estaba… el libro que reunía en su título dos de las cosas que me apasionan en la vida. Fue como encontrar el amor de mi vida hecho libro. Y así fue… el libro se llamaba “La Diva Nicotina”, y en su portada tenía un torso de una mujer desnuda y seductora con un cigarrillo en la boca. No podía dejar de comprarlo. Además era una ganga… me costó $10.000 y mi cabeza la llevó al fantástico mundo de la historia del Tabaco. Claro que si el libro se hubiera llamado la Historia del tabaco, claramente ni lo hubiera visto, ni me hubiera interesado, ni me hubiera enamorado de él. Tenía que mezclar dos cosas que a mi personalmente me encantan y las disfruto al máximo. Fue el título, y cuando lo empecé a leer, me di cuenta que no solo había sido el título, que su escritura me llevó por un recorrido histórico increíble. Que a través de anécdotas entendí la importancia del tabaco en nuestra historia. Hasta a la historia de la publicidad me remontó, porque fueron los cigarrillos los primeros en utilizar estrategias publicitarias para aumentar sus ventas. Ese es un buen libro, el que te atrapa con un buen título y no te defrauda en la medida que lo lees. Entonces ese maravilloso libro de una librería del centro, se convirtió en mi mas preciado tesoro. Al lado de “Madame Bobary”, la biografía del “Che Guevara”, y “La insoportable Levedad del Ser”, está la “Diva Nicotina” en mi Biblioteca personal.
Cuando recién compré el libro poco importaba el nombre del autor, solo importaba el magnifico nombre que adornaba su portaba. Luego empecé a leer y su primera frase era una pregunta: “¿Por qué fumamos?”, y luego sigue contando como el autor adquirió el habito del cigarrillo. Entonces ahí es donde su nombre cobra importancia: Iain Gately un abogado graduado de la Universidad de Cambridge, apasionado por la escritura y la investigación. Entonces el libro sigue contando una escena en la que está el autor con un amigo en el metro de Tokio. Llega un Japonés y para entablar conversación con ellos les ofrece un cigarrillo. Claro, son los años 80, cuando aun los fumadores no éramos mirados y señalados como unos delincuentes.  Ian acepta el ofrecimiento, pero su amigo dice que no fuma. El japonés no puede creer que haya alguien que no fume en la vida, y varias veces le dice que no entiende, “¿que no fuma en el tren?, ¿O no fuma a esa hora del día?, Y en fin. Entonces Ian se pregunta como un vicio puede unir culturas, y unificar costumbres entre los diferentes continentes. Y es ahí en donde se remonta a la historia de los aborígenes americanos, y encuentra las raíces del tabaco. Recorre mil momentos históricos; La colonización de los estados americanos, la época de Napoleón en que decían que consumía el rape (tabaco en polvo ingerido por la nariz) equivalente a 200 cigarrillo; O durante la invasión de los franceses a España, cuyos soldados Franceses eran detectados por los españoles a kilómetros por el cantidad de tabaco que consumían. O que fue Hittler el que a través de varios estudios en el Holocausto descubrió que el tabaco producía cáncer pulmonar. O también que la historio de Pocahontas fue verdad, y que el famoso capitán Smith se enamoró de ella porque le interesaba que su familia le enseñara el tratamiento del tabaco. Pero después de mil datos increíble y a través de la historia mundial vista desde la perspectiva del tabaco, llegamos a la aparición del cine, donde fumar se convertía en la pantalla grande en el mayor símbolo de seducción posible. Y es ahí donde la caratula del libro cobra vida. Las grandes Divas fumaban para atrapar a sus amantes, y el cigarrillo se convirtió en manifestación sexual posible de mostrar en la gran pantalla. Además de ya ser un vicio mundialmente reconocido. Lo que era un ritual religioso para los aborígenes americanos, se convirtió en un vicio que acompañaría la historia mundial.
Luego de leer este libro, busqué diferentes representaciones artísticas en torno al cigarrillo. Encontré canciones, cuadros, y películas en las que se veía lo que el libro contaba y como era la representación sexual permitida. Todos hacen una oda al vicio. Encontré por ejemplo una canción de Ana Gabriel, en la que ella le cuenta sus penas de amor a un cigarrillo. También una canción por Gema y Pavel, cantautores cubanos, que menciona 1000 veces la frase: “Yo quisiera parar de fumar”; pero por una extraña rezón nunca lo logran dejar, y vuelven a caer entre las redes de humo que adornan al fumador. También la primera película de Michelangelo Antonioni con Lucía Bose, donde ella está en su cama, prende un cigarrillo, y habla por teléfono con su amante diciéndole que se quiere fugar con él y matar a su marido. Pero ninguna canción, ninguna expresión de arte, logran mostrar lo que este libro logró contarme a través de sus páginas. Como por ejemplo que Estados Unidos, se convirtió en imperio gracias al tabaco, y otras mil anécdotas que es mejor dejar que el autor las cuente.

Entonces, en aquel lugar alucinante, “El centro de Bogotá”, encontré un pequeño tesoro… un libro que no hubiera podido imaginar que existía si su titulo no  me hubiera cautivado como me cautivo. Un libro que volví a buscar en las librerías del norte de Bogotá, y no saben ni siquiera que existe. Un libro que apareció en mi vida y se convirtió en mi referente histórico favorito, y siempre lo cito mientras en mis dedos disfruto de mi cigarrillo matutino.  

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